Opinión

Día de infamia

Yacía sobre el suelo, la cabeza levemente levantada, sostenida por varios asistentes. La sangre cubría parte de su cuello y pecho, y una mancha roja ya sobre el suelo. Voces, gritos, empujones. Los asaltantes al Capitolio de Washington, el pasado seis de enero, empujaban enfurecidos hacia el interior. Asaltaban ventanas, rompía cristales, escalaban muros. Detrás de una ventana la cámara enfocaba a varios policías apuntando con sus pistolas a un enfurecido grupo de asaltantes. Sonó un seco disparo, y entre el tumulto se desmoronó de golpe una asaltante. Joven, elegante, bien vestida, que rondaría los cuarenta años, yacía inconsciente. La sangre se deslizaba por su boca. Como fondo, los gritos de la chusma, los fanáticos seguidores de Trump, la derecha radical extrema, pidiendo la muerte del Vicepresidente Mike Pence y la de los senadores republicanos “blandos” ante las demandas. Es el mismo momento en que el Senado en pleno, deliberaba y confirmaba los compromisarios elegidos de cada estado de la Unión. La suerte ya estaba echada: Joe Biden

La víctima fue pronto identificada. Y reconocida por la madre del marido residente en Nueva York que seguía las imágenes del asalto al Congreso difundidas por la televisión local. Y así lo declaró en una entrevista al periódico The New York Post. Se trataba de Ashi Babbitt, una veterana de las Fuerzas Aéreas. Y una ferviente seguidora de Trump. Viajó desde Los Ángeles a Washington (unas cinco horas en avión) con un grupo de amigas para participar con incontenida furia en la insurrección. Ashi intentó forzar la puerta de entrada al Capitolio gritando: “Nada nos parará... pueden tratar y tratar pero la tormenta ya está aquí”. 

En distintas circunstancias, pero víctima también del asalto al Capitolio, Brian Sicknick fue herido gravemente al intentar contener a los asaltantes. Una de las versiones, a causa de los golpes que recibió en la cabeza por un extintor que le arrojó uno de los asaltantes. El hijo menor de tres hermanos, Brian siempre quiso ser policía nacional. Su gran aspiración se habría cumplido: servir y proteger el edificio más emblemático de su país y a sus senadores y representantes. Nancy Belosi, Presidenta de la Casa de los Representantes, ordenó izar la bandera del país a media asta en honor a Sicknick. Y pidió que le diesen autorización para ser inhumando en el Capitolio en reconocimiento de su sacrificio y en nombre del país.

Este no ha sido el único asalto al Capitolio de Washington. Entre los previos, destaca el más destructivo. Tuvo lugar en1814, con motivo de la guerra con los británicos. Éstos tomaron Washington y prendieron fuego a la Casa Blanca y al Capitolio. Respondían a los intentos norteamericanos de conquistar las colonias canadienses bajo dominio británico. Las fuerzas inglesas violaron el enorme edificio de ladrillo blanco en el que se encuentran las dos cámaras del Congreso. Al igual que los asaltantes trumpistas, los soldados acamparon a sus anchas por las cámaras y anchos pasillos del Capitolio. El incendio devastó el ala del Senado donde se encontraba una valiosa colección de libros y manuscritos pertenecientes a la Biblioteca del Senado. 

Vale la pena también destacar el ataque terrorista llevada a cabo el 1 de marzo de 1954 por un grupo de puertorriqueños nacionalistas. Al grito de “Viva Puerto Rico libre”, exigían la independencia de su isla anexionada a Estados Unidos en 1898. Desde el balcón de los visitantes tirotearon con pistolas semiautomáticas a la cámara de la cámara de los Representantes. Se celebraba el 83 Congreso y se debatía una ley sobre la inmigración. Cinco representantes heridos, uno grave, que finalmente se recuperaron. Las sentencias fueron severas: prisión de por vida. Entre 1978 y 1978 el presidente Jimmy Carter condonó la pena. Los cuatro atacantes regresaron a su Puerto Rico. 

La asignación arquitectónica de un edifico como el Capitolio acarrea una profunda raigambre clásica, latina y romana. La Colina Capitolina o Plaza del Capitolio; también el Monte Capitolio, que daba nombre a una de las siete colinas, la más alta y la más famosa, de Roma. La ubicación del palacio del Senado, pasados los siglos, se ha situado en el centro de la ciudad del país que representa. Acoge a los representantes del país.. Es el punto de mira en tiempos de conflictos, crisis políticas y sociales; de asaltos, incendios y de enfrentamientos. El Capitolio es también la gran metáfora arquitectónica de los tiempos pasados y de los tiempos en curso. Y de los por venir.

(Parada de Sil)

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