Opinión

Genealogía de una chapuza

El sustantivo chapuza es gráfico y descriptivo: el trabajo mal hecho, tosco, a la ligera. Inaceptable. Por extensión, chapucero: el oficial que, de acuerdo con el Diccionario de Autoridades, hace las obras sin arte ni método; que da forma o remienda un objeto con fealdad y descompostura. En los tiempos en que los oficios se organizaban en gremios, el de los chapuceros estaba separado del gremio de los herreros. De acuerdo con el Tesoro de la lengua de Covarrubias, el vocablo se deriva de chapa. Y alude a los clavos que tienen una pequeña chapa por cabeza. El gremio incluía a quienes fabricaban clavos, de forma tosca, con poco arte. Peyorativo es el término chapucero, sinónimo de embustero, de poco fiar. Cuestiona la honorabilidad de quien habla, opina o se presenta ante la tribu como un ejemplo de virtudes dignas de imitar.

La chapuza o el acto chapucero adquiere un arco semántico más amplio al incluir una serie de acciones o decisiones asumidas de forma irresponsable y hasta perjudicial. Una nefasta operación quirúrgica, una errada decisión económica, una política social nefasta se pueden definir como actos o acciones chapuceras. Improvisadas, incoherentes, absurdas. El resultado suele ser imprevisible. A veces nefasto. Y lo es para el profesional que pone en riesgo, en un acto chapucero, su estatus social, la profesión a la que pertenece y que ejerce. Entre las profesiones más dignas, que merecen la estima social, es la del profesorado. No solo imparte conocimientos; también impone con su conducta un ejemplo: saber estar moral y éticamente. Forma y conforma la ciudadanía del futuro y el bienestar social del presente: respecto a las diferencias, la verdad de la mano. Tales objetivos deben regir y sustentar la formación académica: a quienes imparten conocimientos y a quienes los reciben: educadores y educandos. Un país con un alto nivel educativo respeta sin distingos la leyes acordadas democráticamente. 

Falsificar documentos, plagiar, alterar unos resultados, coaccionar de forma sectaria, es inadmisible en países con una gran herencia democrática. Conlleva la derogación fulminante del título otorgado en caso de un plagio probado. O de abuso o asalto o coacción sexual. Tal fue el caso del título Doctor honoris causa concedido por Brown University al famoso comediante Bill Crosby. Su popular show, «Bill Crosby Show» contó con cincuenta y dos episodios, ocho años, en prime time, y una audiencia leal. Treinta y seis mujeres denunciaron los asaltos sexuales de Crosby. Probados, Brown revocó de inmediato su título honorífico. Tal acto fue seguido por otras instituciones académicas.

Y el mismo castigo se impone a quien se presenta en un examen dando respuesta a las preguntas escritas en disimuladas «chuletas». El suspenso y la expulsión es inmediata. Quien copia lo que no sabe hurta conocimientos que no le pertenecen. Es un farsante. Cuestiona la honorabilidad de la academia (instituto o universidad) y de sí mismo. Viene de siglos: Platón en su Academia y Aristóteles en su Liceo impusieron el intercambio de ideas a base del diálogo y de la pesquisa individual de la Belleza y de la Verdad. 

Llueve sobre mojado: la presidenta de una comunidad que presenta el título de su máster, cuestionable; que lo es el día de la defensa, las firmas que avalan el documento, las notas de los cursos que no se siguieron pese a ser presenciales. Pura chapucería. Viene de lejos. Nadie mejor que el famoso poeta Pedro Salinas quien, en 1948, publicó en Bogotá El defensor. Por cuestiones que no vienen a cuento, el libro tuvo escasa circulación. En 1983 lo rescata Alianza Editorial, con prólogo de Juan Marichal (casado con Solita Marichal, hija de Salinas) y con el respaldo de Jaime Salinas Bonmatí, hijo también del ilustre escritor; en la década de los 80 director general de Libros y Bibliotecas.

Defiende Pedro Salinas la importancia del conocimiento básico de las humanidades, de la lengua, del buen gusto, del desarrollo de la propia individualidad, de arraigadas tradiciones espirituales, del correcto uso de la lengua. Porque, por medio del lenguaje el hombre se enfrenta a la realidad del mundo y se apropia de ella.

La defensa de principios básicos, humanos (Homo sum), se contrarresta con el lamento. Escribe Salinas: «Si algún mote se ha ganado este siglo es el de siglo chapucero, porque todas las cosas que había que hacer bien las ha hecho de mala manera, chapuceramente, y en cambio ha realizado a la perfección las cosas que no había que hacer, ni bien ni mal. Y ahí esta la chapuza mayor de todas, de las que salen las demás: el empezar por no distinguir lo que había que hacer de lo que no». Define al siglo XX como el siglo de la chapuza: búsqueda del éxito inmediato, de la prisa y la urgencia, del ensimismarse con el artefacto, de la banalidad y de la ignorancia. Chapuza académica es, añadiría, la concesión de un título universitario in absentia: un papel mojado que se pierde consciente quien lo obtiene de su escaso valor.

(Parada de Sil)

Te puede interesar