Opinión

Lejanas rutas y otras tierras

Illini Union era el centro social de la Universidad de Illinois, un edificio cuadrangular, amplio, lujoso, con una amplia tienda de regalos, restaurantes, cafeterías y vistosas escaleras. La parte trasera, con una amplia terraza, se abría al llamado Quad (cuadrángulo), bordeado por suntuosos edificios que acogían a varios de los departamentos más prestigiosos: antropología, inglés, periodismo, humanidades, historia, ciencias sociales (sociología, ciencias políticas), economía. Lo cruzaban cimentados senderos y majestuosos olmos. Enfrente, a unos quinientos metros, un gran auditorio multifuncional: conferencias, conciertos, mítines, sala de teatro, cines e impresionantes columnas de mármol blanco que daban acceso a la entrada. Illini Union era el edifico más concurrido del campus. Por sus amplios pasillos, cubiertas sus paredes con madera noble, tallada con ligeras filigranas, pendían los retratos de los rectores, de insignes contribuyente, y de aquellos miembros de la facultad que habían sido galardonados con el Nobel. Era la galería del quien es quien (Who is Who) en la trayectoria histórica de la universidad. La gran baranda era el espacio más concurrido. El Quad en las horas punta de las clases era cruzado por miles de estudiantes, mochila sobre las espaldas, en ágil caminar hacia las aulas.

Y en frente del edificio, en los días soleados, al mediodía, en el alto de una silla, o sobre una mesa, el joven misionero. Con una Biblia de tapas negras, agitaba el texto, gritaba a los jóvenes que se acercaban a oírle, formando un círculo alrededor de la mesa. Les insistía y hasta les suplicaba, las dos manos sobre el pecho, a que se alejasen de la senda del pecado si querían lograr el reino de los Cielos. Cada día una cara diferente. Procedían de los seminarios de la zona. Practicaban el arte de la oratoria (el sermón con una variedad de tonos) frente ante un auditorio indiferente, a veces agresivo, rebelde. Era todo un espectáculo: risas, parodias, insultos que se cebaban con carcajadas e interrupciones. Los comentarios del aprendiz a pastor eran variados. El texto más citado los Salmos de David, y las Lamentaciones del profeta Jeremías. Se alternaban en el alto de la silla las distintas confesiones ubicadas en la zona: baptistas, luteranos, evangelistas, metodistas, presbiterianos, anglicanos. Los jóvenes calvinistas leían el relato bíblico con exagerado énfasis y tono irónico. Aunque eran los más respetuosos con la audiencia

El mismo espectáculo, aunque más intenso, lo viví en la Universidad de Kentucky, Lexington. Aquí la lectura bíblica, en voz alta, se extendía a lo largo del día y de la noche; desde el primer día del año académico hasta su última semana. El practicante a misionero, la mayoría camino de Centroamérica (Guatemala, Honduras, Nicaragua) hacía oídos sordos a quienes le repicaban y, erre con erre, insistía en la bíblica imagen de Sodoma y Gomorra en que se convertían las residencias universitarias, con fiestas escandalosas los fines de semana, en ágil combinación de alcohol, sexo y gratas barbacoas. Algunas fraternidades se identificaban con grandes letras tomadas del alfabeto griego (Alfa, Beta, Gamma; Omega, Épsilon,). Eran reconocidas por sus orgiásticas celebraciones y señaladas sus ceremonias de iniciación, a veces con fatales pruebas etílicas.

El Illini Unión era también el centro de reuniones del Consejo de Gobierno (Board of Trustees) de la Universidad de Illinois. Los elegidos eran figuras en el mundo de las finanzas, de la cultura, educación y se contaban entre ellos algunos destacados alumnos. Formaban pequeños comités; aprobaban los presupuesto, y eran los llamados a seleccionar, llegado el caso, al nuevo rector, renovando su mandato cada cuatro o seis años. Fundada en 1867, este gran centro de actividades fue mi segunda puerta de entrada al mundo académico de prestigio. Con la Universidad de Michigan y la de Wisconsin (Madison), era parte del gran trío en los ranking de las universidades estatales del país. El grupo se le conoce como The Big Ten (las diez grandes), situadas en el Medio-Oeste (Midwest) del país.

La Universidad de Illinois, asentada en Urbana-Champaign, dos ciudades gemelas, las separa las vías del tren que unía la ciudad de Chicago con la lejana Nueva Orleáns. Una de la rutas por la que subían los esclavos liberados y empobrecidos, desde el Sur profundo (Alabama, Mississippi, Georgia, Tennessee) en busca de libertad: Chicago era su gran Norte, convertida con el tiempo en la ciudad de los blues: música sollozante, cargada de melancolía y agónicas memorias, apenas desterradas. (Parada de Sil).

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