Opinión

Manuel Vilanova: a substancia das horas

El gran poeta ourensano Manuel Vilanova camina con una gran mochila cultural sobre sus espaldas. En ella ha ido atesorando la fluidez de sus grávidas sentencias en A substancia das horas, un extenso libro de poemas, recientemente publicado (2017). Un total de ciento ochenta y seis composiciones. Versos cargados de rotundas sentencias, epigramáticos, breves en su primera parte. Más extensos y ágiles a partir del poema titulado “Areté”. Los hilan la memoria de los seres queridos, espacios presentes (Jardín del Posío, Parque de San Lázaro, el Miño) y también imaginados: una naturaleza contemplada desde la añoranza de lo vivido, a modo de un vibrante murmullo de espacios ancestrales. Y en esa mochila cultural, la leyenda lejana y siempre presente: la materia Bretaña, Merlín y el gran Cunqueiro, el Santo Grial, el Mosterio de Osera, al borde del mito y de la leyenda cargada de magia: Castrelo do Miño, Barbantes (la aldea natal). Y la frondosidad del Ribeiro, paradisíaco, arcádico, mítico.

Los cuentos populares, la alquimia y los mitos, los sueños, todo cabe en A substancia das horas cuyo denominador común es la geografía gallega. Y su historia: la astrología y los ángeles, su relación con el mítico Miño –quizá haya sido el poeta que más veces lo ha evocado –, el evangelio pitagórico y heterodoxo, la ciencia ficción, y doña Emilia Pardo Bazán (“A Sabeliña”), y las creencias populares (“San Pancracio”). Culmina con un mágico poema, cuyo título, no menos mágico, “Encelado”, figura al mítico felino, doméstico y familiar, onírico y real: “O gato é un animal crepuscular, / é fume negro e cinza no ar, / preséntanse nos nosos soños, / asiste ás nosas desgrazas”. Personifica la voz interior. Hábil en augurios y proezas, en la mágica mirada de sus ojos: “Cavernosos, carraxe, firmezas, ousadía, vontade / son os seus ollos coloridos”. El poeta moldea, le da forma, engaña, trueca, altera, dispone, mitifica su presencia. Y su memoria. No existe otra manera de recordar. 

La memoria también se falsea lírica o dramáticamente. Recobra lecturas lejanas y próximas. Solo permanecen leves huellas: el resquicio mínimo o detallado del recuerdo. La memoria sirve de trasvase continuo de espacios. Fija presencias. Funciona a modo de metonimia transcultural. Articula el texto autobiográfico. Idealiza lo lejano y desacraliza el presente como referente de comparación. En palabras del poeta orensano: “Soy absolutamente incapaz de escribir sobre algo en lo que no creo, o que algo muy distante de mí conforme el poema. Por eso, en la culminación de la madurez, he escrito sobre mi infancia y mi ciudad natal, mi pueblo y mi geografía. Empieza el recuerdo con el jardín del Posío, lugar casi prohibido para los chicos del Parque, quizá porque había que pasar por las calles de las putas”. 

Cuando se hace lenguaje, comenta Vilanova, se va presentando sus estrategias de ruptura, igual que lo pinos van produciendo semillas y a su vez van aumentando el bosque”. En clave tradición y ruptura, como expone el poema “Habelencia”: “As estratexias de ruptura / responden ás nais dos poemas / cos mecanismos de defensa / que son un acto de coñecemento”. Formas de ser y de sentir: “un conocimiento sentimental confuso”, que origina los primeros versos y le van dando forma. 

Ya Longinus, el gran tratadista de lo sublime, dirige su tratado (siglo III) a uno de sus favoritos discípulos: un joven romano. Asoció el estilo con la fabulación literaria. La expresión de lo sublime se manifiesta a través del espíritu de cada escritor en contacto con su lector. Se revela de forma secundaria en el estilo y en la técnica en uso. Lo sublime es a modo de un gran eco anímico que conmueve el discurso, la historia narrada, el poema. Lo articula también una gran concepción, una inspirada y vehemente pasión, la articulada ilación de figuras, de dicción noble (phrasis) y composición egregia, elevada (sinthesis).

Epigramático, sentencioso, apodíctico es A substancia das horas de Manuel Vilanova. Variada combinación de versos; axiomas cargados de una inquietante existencia cósmica, ancestral: de nacer, del caminar, del vivir y del morir. Un imaginario “Eu”, mayestático, que asume una identidad singular y plural: formas verbales encadenadas, aforismos, voz lírica entrecortada, onírica, surrealista, disgregada, compleja. Un “Eu” que a modo de epifanía anuncia y enuncia la conciencia del correr del tiempo, de su mortalidad. Y lo es el correr breve del verso, esquemático, preciso, sentencioso Y lo es la quietud estática del aforismo, suelto, desgajado; también las múltiples máscaras de un “Eu” que formula analogías inconexas, dispares. Le duele el dejar de vivir consciente del fluir esencial de las horas. Se concreta en la referencia horaciana (tempus fugit) y en la conciencia de mortalidad de quien la siente y la escribe. Y sigue escribiendola. Bellísimos poemas de espacios, tiempos y mitos 

(Parada de Sil). 

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