Opinión

Las memorias también emigran, V

David Rice, alto, gordinflón, profesor de inglés, era el entrenador del futbol del equipo del último año: el Varsity Team. Ya entrado en años, se casó inesperadamente y en poco tiempo formó una familia. Jane, su esposa, viajera por Europa en sus años jóvenes, hippy en sus primeras andanzas, chapurreaba el español. Fuimos acogidos con generosidad en su casa y a través de ellos introducidos en el ritual de la fiesta de Thanksgiving (Acción de Gracias) que se celebra el último jueves del mes de noviembre. Un día muy señalado. Ambos católicos practicantes. Y así enseñaban a sus hijos. La comida se abrió con una plegaria, velas encendidas en el centro de la mesa, manos cogidas. plegaria que se cerraba con un Amén respetuoso. Caía la tarde, ya camino del invierno. Los árboles desnudos y una tibia brisa helada cortaba las mejillas. Inolvidable cena, aquella primera, de Thanksgiving, en casa de los Rices, describe Xusto Varela.

New Hampton quedó en la memoria como un oasis de tranquilidad, de aprendizaje escolar y, sobre todo, de inmersión en una cultura y en una lengua previamente ignorada. La droga se infiltraba en las residencias escolares. Triunfaba la música de Elvis Presley, los Beatles con su Yellow submarine, el triunfo en Broadway de Who is afraid of Virginia Wolf, la gran pieza de Tennesse Williams. Poco más tarde llegaría Love Story y antes The Graduate. Aquel pueblo era un pequeño mundo. Reflejaba la idiosincrasia del yanqui republicano: amante de la libertad, profundamente religioso, defensor de la familia y de su individualismo. Veneraban el confort, la casa amplia y cómoda, consciente de su destino: defensa de la libertad y de la justicia. Se sentía privilegiado. De hecho, en la matrícula de sus automóviles constaba en fondo verde y con el nombre del Estado, el eslogan Live free or die.

Formas de andar, de moverse, de caminar y gesticular, de besar, abrazar, o saludar, iban amoldando al recién llegado, Xusto. La cordialidad y las nuevas formas eran parte de una gramática de conducta que iba incorporando. Nada de gritería, de voces en alto y menos de expresiva gesticulación. Sin apenas levantar las manos y menos la voz. El puritano es un gran creyente del valor de la educación: que sus hijos lean la Biblia; que la interpreten en lugar del clérigo que les diga lo que dice y significa. Enseña a leer en casa a sus hijos; que logren una esmerada educación, social y académica. El dogma central del puritanismo, la autoridad suprema de Dios. El individuo es reformado por la gracia divina. Dios enseña a confiar en el perdón que por Cristo le es dado. Seguir una vida humilde y obediente.

Pasaron los años. Xan volvió a New Hampton, un sábado de mañana, a mediados del verano. Ya no era el mismo lugar. La mayoría de los profesores eran nuevos. La vieja guardia había cambiado de colegio o de Estado. Y David Rice ya a punto de jubilarse. Los cambios de relevo, -o mejor de posición académica, de un colegio a otro, o de universidad, son frecuentes en la sociedad norteamericana. Se dice que el americano cambia de trabajo o de lugar unas cinco veces -como media- en su vida. Siempre en busca de un mejor contrato, de ascenso social, económico, profesional.

La iglesia episcopal presidía el centro del pueblo. La asistencia, numerosa. El canto de los himnos, la música del órgano, el coro, se podía seguir desde las afueras del templo. El pastor que presidía la liturgia era el mismo que se encargaba del programa de religión del colegio: distante, elusivo, pretencioso. En los largas invernadas, cielos grises, opacos, recuerda Xuxto aquellas tardes en el taller de artes manuales. Al frente un hábil ebanista ducho en la fabricación de objetos de madera. Tenia una buena asistencia. El curso era optativo. Formaba parte de la filosofía pragmática de los colegios preparatorios (Prep Schools): ofrecer un variado currículum. Aquí surgía el handy man (el manitas) capaz de construir su casa, pintarla, reparar el motor de su auto, reconstruir su viejo Mustang, dejándolo como nuevo. Se tiene a orgullo el poseer tales habilidades, por digno o profesional o rico que uno sea. Quedó fijado en el dicho A Man for all Seasons.

(Parada de Sil)

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