Opinión

Un mítico moscardón: mi Harley

Para Milín y su dama, moteros con finura

Nunca tuve una Harley. Pero soñé muchas veces por tenerla. Potente, voluminosa, cromada, agresiva, rotunda. Con su runruneo, como agonizando, ya casi sin respirar, para volver de nuevo, brusca, con aliento, pedorreando, sosteniendo su ritmo, sin decaer. Con sus cueros negros y sus ribetes colgando, espejos a ambos lados, cromados tubos de escape, manillar en alto, motor brillante, reluciente, suntuosa, atractiva, como la dulce Penélope de la que se enamoró Orfeo. Con una flauta mágica logró liberarla del Averno. Pero un día la perdió (a su querida Harley) y sigue soñándola con la ronca melodía de su Harley.

Es la Harely-Davidson uno de los grandes iconos de la cultura urbana, motorizada, yanqui. A la par con la Indian. Superaron la gran depresión de 1927, una feroz competición global, cambios de dueños, problemas de calidad, baja demanda. Al borde de la ruina. Fieles y leales, asociados en clubs regionales, exploraron en grupos, o en solitario, las rutas menos frecuentadas. Estos días suben y bajan bordeando la Ribeira Sacra. Y el sordo eco de su run, run, casi agonizante, onomatopéyico (potato, o / a / o), llega hasta el alto de Cristosende; asciende hasta A Texeira y ya en Castro Caldelas, a orillas del esquelético castillo, gloria y divisa que fue de los Condes de Lemos siglos ha, descansan en fila las señoras Harley-Davidson. Una historia que se inicia hace ya más de cien años en Milwaukee, al sur del estado de Wisconsin, no lejos de Chicago, a la cabeza en destilerías de cerveza y hervidero de actividad industrial. No lejos Madison, la gran ciudad universitaria, por donde pasaron ilustres hispanistas, heridos algunos de graves melancolías por la patria lejana. Entre ellos, Antonio Sánchez Barbudo, que desentrañó el sentimiento trágico de Miguel de Unamuno y la sentencia lírica de Antonio Machado.

Como el creador de Facebook (Mark Zuckerberg), el de Apple (Steve Jobs), Microsoft (Bill Gates), William S. Harley y su amigo de la infancia Arthur Davidson, con apenas veinte años, dieron forma a la que sería la primera bicicleta con motor. En 1903 lograron subir las colinas de Milwaukee sin el uso de pedales. Nuevos diseños, motores de más cilindrada. Y ya en 1907, Harley, con el título de ingeniero mecánico de la Universidad de Wisconsin, lanzó un nuevo modelo que pasó a los departamentos de policía. Llegada la primera guerra mundial, se adaptó para uso militar. Y las Harley-Davidson alcanzaron nombre y fama. Aún más: una versión se convirtió en mítico objeto de culto al ser subastada por un millón 350 mil dólares. Había sido una de las protagonistas de la gran película Easy Rider (1969), en versión española, Buscando mi destino. Desde el Sur de California hasta Nueva Orleáns, Peter Fonda (Wyatt), acompañado del co-actor Dannis Hooper (Billy), consagraron el ronco sonido de sus Harley-Davidson (modelo Hydra-Glide modificado) en ruta por la América profunda.

El ronco run run de las Harley-Davidson fue aclamado por una nueva generación universitaria. El vistoso moscardón mecánico generó, con Easy Ryder, un nuevo género cinematográfico, a la par con el caballo de los Westerns. Y dio voz a numerosas pandillas de moteros y a una contracultura que rechazaba frontalmente la política del acomodo (establishment). Y al rebelde que se enfrenta a una sociedad conformista, pero que él mismo busca en ella su identidad y su futuro incierto. Un simbólico viaje a la nada. Moteros extravagantes, mimosos (freaks) que se conducían como iconoclastas y rebeldes, si bien salidos de una sociedad conformista, que los aupó como educados visionarios.

El gran giro del filme se logra con la entrada de un impresionante personaje, Old George, que representa el gran Jack Nicholson, con dos Oscar a su favor. Con una gran suma de dinero, que logran con el tráfico de drogas, planean trasladarse a La Florida y vivir como ricos. En esa larga carrera sórdida, desde el Sur de California hasta Luisiana, pasan a ser parte del espejo que habían rechazado. Impusieron (antes como ahora) la cultura del anti-sistema, presentando un gran cartografía social, de tensiones y enfrentamientos raciales, presentes en la América de la década de 1960: movimiento hippie, nuevo estilo de vida en comunas, uso de drogas (cocaína LSD), libertad sexual (free love), largas coletas, guerra en Vietnam, anticapitalismo, política internacional en tensión.

Todo se tuerce, con la llegada a Nueva Orleans, el martes de Carnaval (Mardi Gras) y con el paródico ritual celebrado en un cementerio local. La profanación y el encuentro con dos jóvenes blancos, sureños (rednecks), conduciendo un pickup, se torna en confrontación, desafío, atropello y muerte. Wyatt (Fonda) es herido de muerte y su Harley-Davidson salta por las aires. Y también su sueño de acomodo social.

(Parada de Sil)

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