Opinión

Ni republicanos ni demócratas

Las primarias en Estados Unidos suelen ser un gran espectáculo de debates televisivos. No menos las de este año en curso. Los aspirantes a ser elegidos como candidatos a la presidencia por su partido (Demócrata o Republicano) se codean entre ellos con aberrantes insinuaciones sobre el oponente, aunque sea del mismo partido, en un afán de adquirir preeminencia en los rankings nacionales. En seguida se corre la voz sobre los que van a la cabeza y los que siguen en la cola.

Buscan nombre, fama, reconocimiento, imagen, voz, conscientes de que la posibilidad de estar a la cabeza de las encuestas sea mínima. Pero importa estar y, sobre todo, aguantar los embates del contrincante, aunque sea del mismo partido. A veces funciona la mentira, la exageración, la hipérbole, y el yoísmo: yo soy Donald Trump. Alto, fornido, regordete, tirando a panzudo, descabezado y descerebrado, irrita, molesta, ataca. Presume de super rich, de super smart, de macho Alfa, de super gringo. Y aún más: teatral vistoso (flamboyant): traje impecable, corbata roja, camisa blanca, gemelos dorados, peinado dislocado, a modo de quebrado tupé pelirrojo. Y una gran cagalera de palabras.

Encabeza la lista de los Republicanos a la zaga de Mark Rubio. El joven senador por el estado de La Florida, hijo de un barman cubano, que emigró a la Florida bajo el régimen del dictador Fulgencio Batista, es el envés del fantasioso magnate neoyorkino: Trump. Pese a su humilde origen, con gran esfuerzo y tesón, terminó sus estudios universitarios al frente de su promoción, saltó a la Facultad de Derecho de la Universidad de la Florida, y su fue curtiendo en el discurso político republicano. Orador brillante, domina los pormenores de la política internacional, con datos precisos y referencias a los distintos gobiernos, tanto europeos, asiáticos como latinoamericanos. Saltó a la fama en la convención que el partido republicano celebró en la ciudad de Tampa, en agosto de 2012. Mitt Romney era el candidato a la presidencia de la mano de Paul Ryan como vicepresidente. El fracaso fue rotundo ante Obama. El poder económico de Mitt no fue suficiente.

Apenas sin notoriedad, sotto voce, Mister Sanders se distancia en algunos estados (New Hamsphire, Iowa) de los candidatos por el partido demócrata, dejando en la sombra a la aclamada Hilary Clinton. Franco, directo, pragmático. La cabeza sobre los hombres (no sobre las nubes), atacando con diplomacia la mala gestión de ambos partidos. Hilary es ya ropa vieja; Bernie Sanders, otra voz. Rompe con las modulaciones ideológicas, un tanto tediosas, de la Clinton. Y está en las antípodas del cacofónico Trump. Senador independiente por el estado de Vermont, sin credos ideológicos que casen en ninguno de los dos partidos.

Ajusta su ideología a las corrientes liberales del estado de donde procede y, aun más, de la ciudad que durante una veintena de años gobernó como alcalde: Burlington. He pateado muchas veces su Main Street peatonal, gustado sus exquisitos helados de Ben and Yerry, disfrutado de sus vistas sobre el lago Champlain y de las lejanas cumbres de las montañas Arindorack, ya en el norte del estado de Nueva York. Sus habitantes, casuales, pausados, sin prisas, solidarios con los sin casa (homeless). Pese al intenso frío en los meses invernales, a menos de dos horas de Montreal, Burlington vive la utopía de la cordialidad y del bienestar social. Y lo mismo quien fue su alcalde durante una veintena de años.

Mister Sanders, candidato independiente a la presidencia de los Estados Unidos se define sin ambages como un socialista demócrata, liberal, anclado en las ideologías de los países nórdicos europeos: defensa de los derechos básicos del ciudadano, es decir, atención médica gratuita, nutrición, incremento del salario básico, mejora de los beneficios de la seguridad social, matrícula universitaria gratuita, ayuda maternal y, sobre todo, ausencia garantizada en casos de enfermedad. Y una denuncia abierta contra el racismo, la xenofobia, la desigualdad económica, la injusticia social, abogando por la reducción drástica de internados en prisión, uso de armas, y rechazo frontal a las donaciones de millonarios y corporaciones en apoyo de su candidatura.

Y sobre su rival Trump, voraz adalid en sumar dinero, Mister Sanders se niega a ser parte del proceso capitalista de los casinos del neoyorkino, por el que unos pocos tienen mucho (so few have so much), y muchos tienen muy poco (so many have so little). Frase lapidaria.

Mister Sanders lleva las marcas sobre su piel: de origen judío, la familia de su padre, naturales de Polonia, pereció en el Holocausto.

(Parada de Sil)

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