Opinión

En el reino del revés

“El mundo de los hombres está mal hecho”

Jorge Guillén, “Clamor”



En ágiles cuartetas la amena argentina María Elena Walsh escribe su breve poema con hilarante soltura: “Me dijeron que en el Reino del Revés / nada el pájaro y vuela el pez, / que los gatos no hacen miau y dicen ‘yes’/ porque estudian mucho inglés”. Escritora de nervio, es considerada como la gran creadora de fantasías infantiles al modo de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Pareja con la figura de Elvira Lindo, con su famoso personaje de Manolito Gafotas, María Elena abarcó una gran variedad de producciones culturales pero, sobre todo, con canciones para niños. Destacan El País del Nomeacuerdo, El país de la geometría, Veo, veo, y entre sus personajes, Doña Disparate y Bambuco. Nombrada Doctor Honoris causa por la Universidad de Córdoba (Argentina), en 1994 recibió el premio Hans Christian Andersen, concedido por el International Board on Books for Young People.

El tópico de “el mundo al revés”, ya presente en la Antigüedad clásica, en los adynata de Virgilio, disparates de Juan del Encina y en la tradición de los aleluyas catalanes, está asociado con las cosas imposibles (impossibilia) que puedan suceder: ciegos que conducen a ciegos, bueyes danzantes, aves que vuelan sin alas. Recorre la cultura literaria europea de todos los tiempos. El término inglés, the world turned upside-down (el mundo al revés), lo mismo que el italiano (il mondo alla renversé), francés (le monde à l’envers) y hasta alemán (Die werkehrte welt), cuenta con respetadas monografías. En mente Giuseppe Cocchiara, Il mondo alla revescia y Helen F. Grant, The World Upside-Down, ya dentro del espacio cultural de la España del Siglo XVII al XX. Tal vez sea El Criticón de Baltasar Gracián el texto con más garra en la presentación del tópico: “...las cosas del mundo todas se han de mirar al revés para verlas derecho”.

El tópico tiene su máxima presencia en tiempos de crisis moral, económica, política y hasta jurídica. Implica una inversión del sistema de valores y una falsa concepción de la sociedad y de las personas. Y está a la vez asociado con la inseguridad que conlleva el radical trueque de valores. El mejor maestro, Francisco de Quevedo en La Hora de todos: “Todo se ha trocado ya; / todo al revés se ha vuelto”. Y de pasada, “Un viaje por España”, presente en Doña Perfecta de Pérez Galdós. Pepe rey comenta: “Aquí todo anda al revés”.

Asombra la hipocresía. Al Capone, uno de los mafiosos más famosos de la historia de Estados Unidos, hablaba sin remilgos pocos días antes de ir a prisión: “Donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas”. Suena a rabiosa actualidad: prevaricación, tráfico de influencias, soborno, amenaza de sedición, malversación de fondos públicos, presidentes de caja de ahorros encarcelados, políticos de variada calaña mintiendo como bellacos. El alucinante libro de Lewis Carol, Alicia en el país de las maravillas, se podía trocar, paródicamente, en el país del robo y del engaño. O mejor, en el reino del revés.

Con razón Cervantes asentó el recorrido de dos pícaros (Rinconete y Cortadillo) en la Sevilla de principios del siglo XVII. Dos ladronzuelos profesionales se mueven bajo la rijosa presencia del gran mafiosos Monipodío: “un hombre bárbaro, rústico y desalmado”. Sus secuaces controlaban los espacios más concurridos y mejor situados para dar el asalto. Tanto la justicia como sus acólitos eran presas de soborno, prevaricación y tráfico de influencias. Y es extraño que los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU sean los que más armas venden al resto de los países; que los bancos más prestigiosos sean los que más lavan narcodólares; el que con menos trabajo se gane la mayor cantidad de dinero; el que se robe y no se devuelve lo robado; se manipule la justicia con recursos y con nuevos levemente alterados; el que un tercio de la población vote una propuesta y se asuma como un gran triunfo electoral, pese a una gran mayoría ausente en las urnas. El que un intruso jovenzuelo (Nicolás) altere su identidad y se haga la foto al lado de los líderes del país.

Mejor volvamos a los tiempos de Mari Castaña: “cuando los hombres pacían / y los jumentos hablaban”. O al presente en el auto sacramental de Calderón, La cena del rey Baltasar: “vamos a contar mentiras, / por el mar corren las liebres, / por el monte las sardinas”.

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