Opinión

El sebastianismo o el desgobierno en la sombra

El sebastianismo fue un movimiento místico-secular que recorrió Portugal en la segunda mitad del siglo XVI a consecuencia de la muerte del rey Sebastián en la batalla de Alcazarquivir, en 1578. Sin herederos, el reino de Portugal perdió su independencia y su sentido de estado. Y originó un profundo sentimiento de nostalgia y orfandad. Se expresó en actitudes inconformistas, desairadas, ante la sumisión política y social. La mítica aureola que envolvió la muerte del rey Sebastián asumió la creencia de su resurrección y, de este modo, la salvación milagrosa de su pueblo. Se propagó la leyenda de que el rey se encontraba todavía vivo, a la espera del momento preciso para recobrar el trono y liberar a su pueblo. Necesitaba creer en su vuelta.

El zapatero Gonzalo Annes de Bandarra, natural de Trancoso, en sus incansables Trovas (versos), vaticinó la inminencia llegada del rey Sebastián. La infundió con la mítica aureola del Mesías bíblico, que elaboraba a raíz de lecturas y exégesis del Antiguo Testamento. Las Trovas de Bandarra es la obra emblemática del sebastianismo. Alimentó la leyenda popular. De hecho, varios oportunistas se presentaron bajo el disfraz del rey: «El Deseado». El intelectual más reconocido que se adhirió al movimiento fue el padre António Viera. En su Historia del Futuro auguraba la independencia de su pueblo liderado por la casa de Braganza y la fundación de un Quinto Imperio lusitano. Se basaba en la creencia mesiánica del retorno del rey Sebastián, muerto a los 24 años en la batalla de Al Kasr al Kebir . Todavía a finales del siglo XIX, el mito del sebastianismo estaba vivo entre los campesinos brasileños. La creencia de la llegada de un «Rei bon» era un afincado deseo.

El hecho trágico, la muerte de un rey joven frente de las murallas de Alcazarquivir, al lado de dieciséis mil combatientes, sumió al país lusitano en una histórica crisis de identidad. El cuerpo del rey nunca fue identificado. Nadie lo vio morir. Las trovas del poeta de Trancoso se instalaron en la psique de su pueblo en un desvivir mesiánico. La instauración de un nuevo Imperio, y la recuperación de su esplendor, se lograría con la vuelta del rey ausente. Pervivió el mito con diferencias y variantes en tiempos y espacios diversos. En la leyenda, por ejemplo, de la figura de «El Encubierto», presente en las sublevadas Germanías valencianas del siglo XVI. El hipotético nieto de los Reyes Católicos se alzaría contra  el emperador Carlos I. Y la leyenda circuló entre los Comuneros castellanos y catalanes. En mente. el nombre de «Bernabé el Encubierto». Tales leyendas forman parte del imaginario colectivo de los pueblos, codo con codo, con creencias míticas y mesiánicas.

El gran poeta Fernando Pessoa dio un nuevo impulso al Sebastianismo en su libro Mensagem: el renacer de un sueño perdido. Avivó una vez más el pasado heroico de Portugal. Tal mito, a modo de esquema mental, fusiona, en su estructura arqueológica leyenda, religión, supremacía racial y pervivencia patriótica. En Pessoa la nueva patria sería la lengua portuguesa. Su Sebastianismo auguraba la presencia de un Supra-Camões, sombra del autor del gran poema épico, Os Lusíadas. Portugal disfrutaría de un nuevo esplendor literario. En Mensagem, el único libro en portugués que Pessoa publicó en vida, se pregunta: «Quando virás, ó Encoberto / Sonho das eras portugués, / Tornar-me mais que o sopro incerto / De um grande anseio que Deus fez?» (¿Cuándo volverás, ¡oh Encubierto!, / sueño portugués de los tiempos, / a traerme más que el soplo incierto / de un  gran anhelo que Dios hiciera?». 

Una excelente versión moderna es el drama del dramaturgo español Alejandro Casona en Corona de amor y muerte. Y lo es Corona de sombra del mejicano Rodolfo Usigli, que desarrolló el drama de la emperatriz Carlota, fusilado su esposo, el Emperador Maximiliano, en la ciudad de Querétaro (México). Lo seguía esperando en los sueños de su locura. Y no menos la Inés de Castro de Houdard de la Motte, la de Victor Hugo (Inès de Castro) y la de Henri de Montherlant, Reine Morte. Muy presente el mito en la dramaturgia del Siglo de Oro español en Reinar después de morir de Luis Vélez de Guevara. 

En la última década, un hipertrofiado Sebastianismo se ha desplazado a Waterloo, apoyado por Flandes y aireado por el independentismo catalán y el  simbólico Consejo de Cataluña, situado en el exilio. El huido de la justicia española, que preside un gobierno fantasma, en la sombra, apuesta por una vuelta a un pasado hiperbólico, basado en falsas expectativas y en erradas lecturas de la Historia, ha probado recientemente el historiador británico John H. Elliott. El ex–President catalán, Charles Puigdemont, es la gran farsa del destronado, que se impone en contra de la Ley. Y lo es del mítico rey o reina que gobernó después de morir en el sueño de sus súbditos. Parada de Sil.

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