Opinión

Las semanas y los días

Como en el medio de la nada. Da tal sensación la extensa llanura que, de Norte a Sur, de Este y Oeste, abarca varios estados del centro del país, agrícolas e industriales, ricos y prósperos, con un excelente sistema de instituciones académicas de primera línea. Las distancias me parecían inabarcables. Y dentro del estado de Illinois varía la tonalidad del inglés americano, coloquial. Al Norte, el estándar, común en los estados norteños; al sur, la modalidad tonal ya propia del habla de los sureños. Carbondale su centro, situado dentro del cinturón bíblico (Bible Belt). En una parada nocturna, el viajero que se acomode en un motel, de los cientos situados a lo largo de las amplias autopistas, sobre la misita de noche la Biblia. Pastas negras, papel cebolla, fácil de manejar. Los furibundos predicadores evangelistas, aturden a su auditorio con la negra Biblia en la mano. Leen breves pasajes y tuercen y retuercen el sentido para lograr mover y, no menos, conmover, a su audiencia. El cinturón bíblico, arraigado en los estados sureños, tiene su equivalente al corredor Mormón, situado en el estado de Utah, y en sur del estado de Idaho. H. L.Mencken consagró el término (Bible Belt) en un artículo publicado en el Chicago Daily Tribune. La mayoría, recalcitrantes republicanos.

Las distracciones que se ofrecían los fines de semanas era el paseo por los grandes malls (grandes superficies) cubiertos, elegantes, suntuosos, llenos de múltiples amenidades. El escape en auto por la grande llanura, moteada por infinidad de granjas blancas, terminaba en tediosa. Se decía que era una de las tierras más fértiles del país, mejorando año tras año las cosechas. Tierra negra, pesada, alto nivel de agua, lluvias frecuentes y, llegada la primavera, y más en el verano, intenso calor acompañado de torrenciales aguaceros que hacían que brotase y creciese el césped con inusitada frescura; que las hortalizas (pimientos, tomates, lechugas, zanahorias) se multiplicasen de manera alarmante, sin apenas abono.

Granjeros ricos que, llegado el duro invierno, se refugiaban en el estado de La Florida. Y pasada la invernada, regresar, arar, abonar, sembrar y, al final del verano, recolectar y vender a las grandes corporaciones la cosecha. Una de ellas, Cargill, una gran multinacional en manos privadas, con enormes tentáculos en los estados de la zona. Sus ascendientes, en gran medida escandinavos y daneses, emigraron en los años de hambruna a mediados y finales del siglo XIX. Estaban familiarizados con las bajas temperaturas invernales, el duro trabajo al aire libre, la disciplina y un gran fervor religioso. Anglicanos y evangelistas la mayoría.

Ya caída la tarde, el asado a las brasas, la barbacoa, y los fines de semana la espumosa cerveza, el ritual de las palomitas y el futbol americano ante la televisión. Abrumaba el aislamiento y la soledad. Las aliviaba la gran afición a los deportes. El estadio de fútbol de la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign, alberga a más de ochenta mil espectadores. Los encuentros eran televisados y alrededor del estadio la cantidad caravanas que llegaban desde los estados vecinos para aclamar al equipo visitante. El gran competidor en fútbol, la Universidad de Ohio, seguido de Michigan y detrás Iowa. Aportaban no solo competencia, también prestigio y suntuosos ingresos.

La casa el mejor refugio en las grandes invernadas; cielos grises, tristones, cenizos. La reclusión causada en parte por las largas y duras invernadas, afectaba a la personalidad. En el centro de esta gran planicie (Middle West) está el auténtico sentir de lo típicamente americano, de su psique, de su profunda religiosidad y de sus sueños patrioteros y nacionalistas, tan grabados en sus utopías de ser la nación escogida por el Creador para lograr la paz, la libertad y el bienestar espiritual de los pueblos que incorporen su modelo democrático. Fervientes creedores de que, de verdad, Dios bendice a America (God bless America), presente en el ritual del himno que se canta de pie, con la mano derecha sobre el corazón, con gran respeto y veneración.

Ya desde la niñez, a la primera hora del día escolar, bandera izada, y en el comienzo de cada competición deportiva el himno, a veces de la voz de una famosa cantante cuyo final se cierra con un tumultuoso vocerío lleno de aplausos en señal de respeto.

(Parada de Sil)

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