Opinión

Del no tener vergüenza: Mr. Trump

Ya en el lejano libro de don Juan Manuel, El Conde Lucanor, se exponen una gran variedad de casos de vergüenza, propia y ajena. Se registran actitudes ético-sociales de individuos en una sociedad jerárquica, que realzan a la vez ciertos códigos de conducta y de comportamiento cívico. El individuo, enclavado en planos horizontales -estamentos, del catalán estament-, se mueve, de acuerdo con la posición social de que disfruta frente al ajeno, amigo o vecino, quien le vigila reticente. Y su actuar, con miras al qué dirán y a su estima personal, se convierte en potencial instrumento de minusvalía social. De ahí que el relacionar los actos cívicos con connotaciones de honra y vergüenza sea una constante obsesiva en la obra de don Juan Manuel. No sólo para el individuo. La sociedad medieval vivía ya alerta, ojo avizor, sobre los pequeños incidentes de la vida cotidiana de los otros. Paradójicamente, el individuo arriesgaba su entereza e integridad moral como persona en cada acto público. Como bien se expone a lo largo de El Conde Lucanor: la vida es lucha, es trampa, es truco, es engaño. con frecuencia es mentira. Y a veces una gran patraña.

Se ha de vivir con "sesso" y a la vez al acecho, sugiere con insistencia don Juan Manuel, hombre inmerso en el mundo de la política y de la guerra. La mentira, el poder, la sospecha, el recelo y, sobre todo, la tropelía y los actos picarescos del prójimo pueden, en cualquier momento, menoscabar el respeto social. Causar vergüenza. Y estos valores han de procurar mantenerlos aquellos cuya posición social es más privilegiada. En roman paladino: "Et porque paresce muy peor et fablan muy más et muy peor las gentes dello quando algún omne de grand guisa faze alguna cosa quel non pertenesce et le está peor, por pequeña que sea...".

Íntimamente enlazados, dichos conceptos configuran el campo social y ético del individuo. Incluyen la vergüenza en toda su variada riqueza semántica: pudor personal e íntimo (el pudor sexual), turbación física, modestia y hasta timidez. Apunta a veces a la humillación social, sinónimo de deshonra ("no tener vergüenza") y de palidez facial. Envuelve a la vez ciertos síntomas psíquicos y fisiológicos, ya documentados tempranamente en textos literarios. El más característico, y frecuente, es el sonrojarse: mancha facial. Pone en peligro la entereza del individuo al hacerse visible. Delata en el rostro un sentimiento de culpa, y de bochorno. Para don Juan Manuel honra es respeto, estima, aprecio e incluso reverencia. Asocia una posición de orgullo, de clase social y de un vivir ensimismado en uno mismo. Narcisismo al vuelo. El respeto a si mismo se consigue al hacerse respetar por los demás. Así en La vuelta de Martín Fierro del argentino José Hernández: "si la vergüenza se pierde,/ jamás se vuelve a encontrar". En los grandes dramas del Siglo de Oro español, y no menos en el teatro isabelino (Shakespeare a la cabeza), la mancha social, pública, se limpia con la sangre del ofensor, a manos del ofendido. 

Nadie está seguro en su honra. Peligra incluso la del Rey. Y por eso dicho sentimiento, lo mismo que el de la vergüenza, deben sobreponerse sobre cualquiera otra consideración aventurando si fuera necesario la muerte. El máximo galardón para quien dejare este mundo sería que de él se dijera "era muy honrado". Una inquebrantable rectitud, viril y social, son los principios rectores que deben conformar la conducta del individuo en su comunidad, insiste don Juan Manuel en El Conde Lucanor. 

Me sorprende como lector la ejemplar didáctica de este texto. Subraya, de una manera obsesiva, normas sociales claves en la formación moral del individuo en su posición social. Apunta don Juan Manuel a modos de ser, a una conciencia sociológica del individuo medieval en los albores de una cultura, que van a calar, diacrónicamente, en múltiples manifestaciones: arte y literatura, teatro del siglo XVII (Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca) y del siglo XX (García Lorca). Porque el honor de una persona se arriesga incluso cuando se hace algo deshonesto, aunque sea de forma encubierta: "Et aunque luego que la cosa vergonzosa se faga, non aya ende vergüenza, devrié omne cuidar qué vergüenza sería quando fuere sabido".Y este conocimiento público es ya fundamental para el castellano del siglo XIV, como bien nos lo prueba repetidas veces don Juan Manuel en El Conde Lucanor. 

Llueve sobre mojado. Las Fake News (noticias falsas, es decir, mentiras, bulos, patrañas) están al orden del día. Y no menos la sinvergüencería. El asumir arrogancia, presunción, desfachatez y no menos descaro y chulería. Permea todas las capas sociales y, sobre todo, las políticas, que también se cultivan allende los mares. Tal la vergonzosa conducta de Mr. Trump. Shame on you! (¡Debería darle vergüenza, Mister President!!).. El que vergüenza oviere, sugiere don Juan Manuel, buen sseso tuviere. Sentido común. Léase prudencia, buen juicio, conducta ejemplar.

Y como decía el buen Sancho en Don Quijote (II, 37) "y al buen enendedor pocas palabras". 

(Parada de Sil)

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