Opinión

La tragedia de una muerte anunciada: El caballero de Olmedo

Si Fuente Ovejuna se caracteriza por la prevalencia de un espacio teatral único (la plaza o el campo de la aldea), El caballero de Olmedo se establece entre dos espacios escénicos bien diferenciados (Medina del Campo y Olmedo), en el camino que media entre ellos y en el tiempo en que se recorre: la noche. Medina del Campo, lugar destacado en la alborada del Renacimiento por sus ferias y festejos, es el lugar del encuentro, un buen día del mes de mayo, entre don Alonso y doña Inés. El caballero de Olmedo, hijo único, de notable posición económica, acompañado de su criado Tello, galopa las cuatro leguas que separan Olmedo de Medina. A media tarde, ya cayendo el sol, queda prendado de los ojos de Inés, pidiéndole a una bruja (Fabia) interceda en el fin noble de sus deseos.

Tal mediación adultera, ya de golpe, el desarrollo y el fin de unos amores que se hubieran logrado sin la perversa presencia de la bruja. Mueve ésta la peripecia del idilio amoroso inicial que nace castamente. Si las relaciones don Alonso y doña Inés asocian las convenciones del amor cortés (idealización de la dama dentro del canon platónico), las que se establecen entre don Alonso y su criado Tello, o entre éste y Fabia, pervierten, de manera irónica, la relación entre amos y criados. El conflicto también lo establece la rivalidad y la querencia de dos caballeros por el amor de la misma dama. Si bien el argumento es escueto y fácil de captar en una primera lectura, la tragicomedia está llena de encanto literario. Un sin número de elementos están convocados con inusitada presencia: belleza viril del caballero joven, agraciado galán; encanto de una dama prendada de él; tercerías de una hechicera que, metiendo baza por medio, corrompe las relaciones; figura patriarcal del padre (don Pedro) que vigila el bienestar de las hijas; envidia y celos del rival y, sobre todo, unas coplas que, a modo de crónica de una muerte anunciada ("Que de noche le mataron, / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo), auguran inevitablemente el fatum trágico.

La canción se desprende suelta del anecdotario literario e histórico que enuncia la tragedia. Una canción, copla o romance; un episodio, una aventura o anécdota, conocida o secreta, se concreta en manos de Lope de Vega (como en Bodas de sangre de García Lorca) en mágica poesía representada. Detrás, un hecho histórico: la muerte de Juan de Vivero, en 1521, a manos de su rival. El drama trasciende el tiempo histórico del crimen, que tuvo lugar durante el reinado de Carlos V. Lo sitúa en el tumultuoso período de Juan II de Castilla. Y muy dentro de las corrientes literaria que afectan las relaciones imaginadas de los amantes, establecidas por el orden social que impone el código del amor cortés y el sistema feudal.

Don Alonso, locamente enamorado de doña Inés a primera vista (amor de vista y también de oídas), se mueve abstraído del mundo que le rodea: de las advertencias de su criado Tello, del oscuro ritual de la bruja Fabia y, aún más, de ignorar las perversas intenciones de su rival, don Rodrigo, previo pretendiente de doña Inés. Ignora los signos que le anuncian una inapelable muerte. A punto de expirar, herido de muerte por el arcabuzazo de don Rodrigo, exclama: ¡Qué poco crédito di / a los avisos del cielo! / Valor propio me ha engañado, /y muerto envidia y celos”. Figura intachable don Alonso. Lo inmortaliza la copla que difunde su fama: “la gloria de Medina / la flor de Olmedo”. Sobre su pecho luce la prestigiosa Orden de Alcántara que le concede el rey, comentando su “notable fama y nombre”. De “galán y bizarro” lo califica don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla.

Amor y odio, vida y muerte, ausencia y presencia, Medina y Olmedo, se establecen a modo de construcciones antitéticas que definen espacios, tiempos, actitudes y personajes. La percepción real se enmascara con fatuas apariencias, y el protagonista trágico (don Alonso) vive enclavado entre un “ir y un quedarse” y un “quedarse y partirse”, fatal disyuntiva en su caminar a la casa de sus preocupados padres y anunciarles su triunfo en las ferias de Medina. La rivalidad entre pueblos vecinos, encontrados, se ceba con el allegado y, más aún, con el forastero. Y más aun, si muestra gran valentía, honorable presencia física, y un gran caudal erótico. De él se prenda la joven más agraciada de la ciudad rival. Simplemente, como en el relato de García Márquez, la tragedia de una muerte anunciada.

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