Opinión

Las voces del deseo: Carmen

La Compañía Internacional Concerlírica representó en el Teatro Principal de Ourense, el pasado domingo, 6 de abril, la ópera Carmen de George Bizet. El reparto no podía ser más variado e internacional. El director musical Vladimir Vrublvskiy procede de Ucrania, la protagonista de Carmen, Tatiana Spasskaya, primera solista Mezzosoprnola, del Teatro Nacional de Ópera de Odessa, lo mismo Anastasiya Golup (Micaela). El coreano Dong Kyu Oh interpretó al apocado torero Escaramillo, y la figura del sargento José, el mejicano Héctor López. Al frente Igor Ivanoz de la Ópera de Odessa. La acción se desarrolla en la fábrica de Tabacos, en la Sevilla de 1820, en la taberna Lillas Pastia y, brevemente, en el monte en donde se refugian los contrabandistas y en la plaza de toros donde triunfa Escaramillo. Dos bandos rivales intensifican los espacios escénicos: la soldadesca y los contrabandistas. Y en medio el hechizado José ante la rosa que la gitana Carmen le entrega, símbolo mágico de un amor ineludible. Tanto su fortuita caída como la de Carmen son claras premoniciones del desenlace trágico. Carmen representa el amor embrujador, fatal. La caracteriza una gran variedad de emociones, lo que implica destreza y talento como actriz y como soprano. Es única como personaje en el gran repertorio de óperas. Lejos la Salomé de Richard Strauss y Lulu de Alban Berg.

Color local, exaltación amorosa, vistosidad costumbrista, idealización de la figura marginal (gitana, contrabandistas, torero, milicia), ruptura social, alcohol, reyertas verbales, danza exótica, enervante, furia sexual de Carmen, retorciendo, doblando y rozando su cuerpo en erótico frenesí (Je veis danser en votre honneur . . . la la la) en torno a José, marcan las pasos hacia el final trágico. Viendo al torero Escaramillo cortejar a la melosa y ardiente gitana, herido de celos y rabia, José cercena con un tajo de navaja la vida de Carmen. El ritual trágico se cumple: la sangre derramada limpia la afrenta del macho desplazado. Ante el cuerpo moribundo José, de rodillas, canta el eco final: “Ah Carmen! Ma Carmen adorée”. Así en las mejores versiones de esta ópera. En España, tuvo su primer estreno en el Teatro Linc de Barcelona, el 2 de agosto de 1881.

Drama de amor, de celos y rivalidad cuyo final ya está inscrito en los mágicos encantos de la gitana Carmen. Sus hechizos son aireados con insinuantes estribillos, en memorables arias como la Habanera (L’amour est un oiseau rebelle), basada en la canción “El Arreglito” del compositor hispanoamericano Sebastián Yradier y Les Toreadors, universalmente reconocibles Proclaman la libertad en el amor. El subtexto es la novela Carmen de Prosper Mérimée, que vio la luz en 1845, en el periódico Revue des deux Mondes, fruto del extenso viaje del autor por España en 1830. También el poema de Alexander Pushkn, “Los gitanos” (1824), que Mérimée traduce al francés. Y posiblemente (como en Bodas de sangre de García Lorca) un incidente semejante al representado cuya noticia le llegó a Mérimée a través de su amiga, la condesa de Montijo.

El cierre final tuvo en un principio otra versión. Semeja a la llevada a cabo en la presentación del Teatro Principal. Se aminora el final trágico y la muerte de Carmen se anula con la presencia de procesiones triunfantes, piezas de ballet y amena fanfarria. No hay una versión definitiva de Carmen. Muestra el complejo proceso de su composición y las pugnas a la hora de fijar los personajes y darles coherencia escénica y musical. El mismo Bizet hizo cambios en el libreto; reordenó las secuencias e impuso sus propios versos para enmendar la versión de algunos caracteres descritos por Mérimée. Ópera aperta, continuamente reinventada, entre la ópera comique y el verismo que caracteriza Il Trovatore de Puccini.

Carmen es una de las óperas más representadas. Enrico Caruso en la Ópera Metropolitana de Nueva York, en febrero de 2006, representó al sargento José y continuó haciéndolo hasta 1919, dos años antes de su muerte. El amor desgarrado que termina en sangre tuvo un hito fílmico en West Side Story, dirigido por Robert Wise (1961), y en lectura de ballet trágico en Carlos Saura con Maria Pagés y Antonio Gadés como protagonistas. A la Carmen de Saura (1983) le precedió en 1967, también como ballet, el compositor ruso Rodion Shchedrin con Carmen Suite, que escribe para su esposa Maya Plisetskaya, la principal bailarina del Ballet Bolshoi. Inciden en sus estructuras básicas; el amor ciego y el desenlace trágico ante el rival. Así también en la vida.

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