Opinión

Un lejano caminar: Cholula

El cronista español, recién llegado a las Indias en las primeras décadas de 1500, era prisionero de la ecología de su léxico. La comparación surgía ante la incapacidad de definir con nuevos signos, de acuerdo con el texto de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, lo visto por primera vez. La vacilación léxica era obvia. Señala la disparidad entre lo escrito como texto y como objeto. Asume el cruce de dos mundos: un nuevo hombre y una desconocida naturaleza. Por primera vez en la historia de la cultura de Occidente se establece la no coincidencia entre palabra y realidad nombrada. Revela el doble significado, en parte oculto, y la subversión de la realidad por el lenguaje. 

Cholula, describe Bernal Díaz del Castillo, parecía de lejos “a nuestro Valladolid de Castilla la Vieja”. La “muy buena loza de barro colorado y prieto e blanco de diversas pinturas”, le traía el recuerdo de Talavera y Plasencia. El mercado de Taleluzco (Tlatelolco) le evocaba el buen orden de su Medina del Campo. Y al describir el camino de Tepcaca a Guacachula, la asociación es entrañable: “porque claro está que para ir desde Tepeaca a Guacachula no habían de volver atrás por Guaxocingo, que era ir como si estuviéramos agora de Medina del Campo y para ir a Salamanca tomar el camino por Valladolid, no es más lo uno en comparación de lo otro, ansí que muy desatinado anda el coronista”. 

Para Hernán Cortés, en su Relación dirigida al Emperador Carlos V, firmada en Segura de la Frontera, en 1520, la plaza de Salamanca es continuo modelo de comparación con la ciudad de Tenoctitlán (actual México), recién pateada. Y “... es como dos veces la ciudad de Salamanca”. Y continúa Cortés, “es muy mayor que Granada tenía al tiempo que se ganó, y muy mejor abastecida de las cosas de la tierra”. Sobre la loza coincide con Bernal: era “de muchas maneras y muy buena y tal como la mejor de España”. Idénticas comparaciones encontramos en Bernal: “... y tenía un gran circuito de patios, que me parece que eran más que la plaza que hay en Salamanca”. En el Diario de Colón la naturaleza no es distinta a la de España. Es igual e incluso más hermosa, “y cuasi semejables a las tierras de Castilla”.

La crítica moral de la conquista la inicia fray Antonio Montesino, en un memorable sermón que dirige a sus fieles desde la la iglesia conventual de Santo Domingo, en 1511. Tomó la antorcha fray Bartolomé de las Casas en defensa de la dignidad del indio, al unísono con la escuela de Salamanca liderada por Francisco de Vitoria, Melchor Cano y otros. Ciertamente, América la descubre el Renacimiento italiano. La conquista, y su explotación la Edad Media española. Las ideas de Toscanello orientaron a Colón. Y las observaciones de Vespucci dieron nombre a la verdadera realidad del continente americano. Los conquistadores implantaron el régimen feudad heredado: caballeros de una nueva nobleza (espada y cruz), militarista, y latifundista.Más aún. Se creó una sociedad nueva: hijos de los pobladores, blancos o mestizos y nuevos hombres que verán América con nueva pupila “americana”: los criollos. 

La conquista colonial fue también cultural y no menos espiritual. Al frente, fray Bernardino de Sahagún con su Historia general de las cosas de la Nueva España, el mayor aporte a la antropología en tierras americanas. Por la misma ruta transita fray Toribio de Benavente. El mismo se llamó Motolinía, “el pobrecillo” en náhuatl. Escribe el humilde franciscano: “éste es el primer vocablo que sé de esta lengua y porque no se me olvide, éste será de aquí en adelante mi nombre”. Y fray Juan de Betanzso, autor del primer catecismo en lengua quechua. Dignifica al indio como un ser social. Y pide conocerlo para así entenderlo y asimilar su idioma, religión, hábitos, costumbres y mitos. Escribe mi maestro de Yale, José Juan Arrom: “Aquellos frailes, haciéndose niños, aprendieron a hablar con los niños indígenas. Y de su labor quedó un abundante caudal de vocabularios, gramáticas y tratados”. 

También llegó la mala fama. La describe fray Antonio de Mendieta en carta de 1562: “Pasada la mar a esta parte, se tiene tan bueno el más ruin de España como el mejor caballero...; no hay hombre de ellos, por villano que sea, que eche mano a un azadón o a un arado, porque hacen cuenta que a doquier que entraren entre indios no les ha de faltar (mal de su agrado), la comida del huésped, y así huelgan mas de andarse hechos vagabundos...”. 

Veamos la otra cara de la moneda. En 1534 el virrey Mendoza introduce la imprenta en la Nueva España. Y en 1536 inaugura el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, primer plantel de cultura para nobles. En 1538 se funda en la Española la Universidad de Santo Tomás de Aquino; en 1540 la Universidad de Santiago de la Paz. Y en 1551, las universidades de Lima y México. Más de cien años antes que las mas viejas instituciones de grado superior en Norteamérica. Harvard en 1636. 

Es hora de realzar las figuras de aquellos cronistas en estos tiempos en que está al orden del día derribar o masacrar estatuas (Colón, Cortés) a modo de un furioso linchamiento histórico y cultural. 

(Parada de Sil)

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