Opinión

YERMA O LOS GRITOS DEL DESEO

En la trilogía dramática de García Lorca, Bodas de Sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba, el destino trágico se confronta con la norma social, mostrando mujeres atrapadas y enloquecidas por el choque violento entre su sexualidad y las estructuras sociales. El nombre del personaje Yerma, que se representa en el Teatro Principal de Ourense, es sinónimo de sed. Al igual que el espacio árido que la rodea, su cuerpo permanece estéril. Sin fruto. En contraste, su entorno natural abunda en oasis de plenitud y fecundidad: ríos que son fuentes, que son vida. Atormentada por la sed, a modo de tierra a punto de ser sementada (léase cuerpo), se revuelve ante la incapacidad de recibir el grano productivo (semen) y dar voz a los nutrientes de su propio cuerpo: la sangre y la leche maternal. El movimiento cíclico de los fluidos corporales de Yerma, estancados, contrastan con el fluir natural del agua, símbolos del tiempo circular y del cronológico, en una fiera lucha por igualar los ritmos del cuerpo de Yerma con el paso de los años. A orillas del río las lavanderas celebran su amor matrimonial: 'Por el monte ya llega / mi marido a comer. / Él me trae una rosa / y yo le doy tres'. Tal canto funciona a modo de canción genésica. Contrasta y realza la esterilidad del matrimonio de Yerma con Juan. La bruja Dolores enfatiza irónicamente el éxito de los encantos maritales relatando la anécdota de la mujer que parió en el agua: 'Se le endulzó el vientre de manera tan hermosa que tuvo dos criaturas ahí abajo, en el río'.


Una serie de imágenes líquidas definen, pues, la feminidad de Yerma, y acentúan severamente su sed sexual. Las lavanderas la acusan de subirse al tejado, de andar descalza por los ríos durante la noche, y de que Juan, su esposo, note con recelo su ausencia del lecho conyugal. La codicia sexual de Yerma, de acuerdo con las repetidas súplicas de que no salga de su casa, el lugar decente, muestra cómo el agua es una manifiesta metáfora de la sexualidad. Su afinidad con el río realza su deseo de ser fertilizada. Sus paseos sonámbulos por sus orillas son un intento, si bien onírico, de fundirse con el fluir del agua.


Porque la sed de Yerma es causada por la profunda sequedad de su marido. Esta le ruega insistentemente que la aplaque: 'a mí me gustaría que fueras al río y nadaras, y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda'.Y se queja de que quiera 'beber agua y no haya vaso ni agua'. Las lavanderas también notan la 'falta de vida de Juan' al compararlo con un 'lagarto puesto al sol'. La sequedad de Juan contrasta con la presencia vigorosa de Víctor, cuyo nombre alude a su gran capital erótico. Para Yerma Víctor 'parece un chorro de agua que se te llena toda la boca': alegría, sexualidad, potencia para fecundar, brío, virilidad.


El término popular casada seca fija la percepción social sobre el cuerpo estéríl de una mujer: útero vacío, ingle limpia de semen. La norma social asume el placer sexual y la procreación como dos caras de la misma moneda. El deseo erótico es indispensable para el brote de una nueva vida. Lo expresa Yerma al borde de la histeria, extensamente estudiada por Sigmund Freud: 'Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos, y cuando no los tienen se les vuelve veneno, como me va a pasar a mí'. Y también: 'Estos dos manantiales que yo tengo / de leche tibia, son en la espesura / de mi carne, dos pulsos de caballo, / que hacen latir la rama de mi angustia. / ¡Ay pechos ciegos bajo mi vestido! / ¡Ay palomas sin ojos ni blancura!'.


Las funciones nutritivas de la leche y del semen están íntimamente entrelazados en este gran drama de García Lorca. De hecho, la representación del fluido femenino es paralela al masculino: la ausencia de la leche materna en los senos de Yerma es consecuente con la negativa de que Juan ceda su semen. Tal transferencia alcanza un simbolismo más amplio. Representar el acto fundamental de dar y recibir. Porque al igual que Yerma anhela el cuerpo de Juan para ser concebida, del mismo modo ansía el poder vaciar sus fluidos: la sangre y la leche materna. Explica:


Yo tengo la idea de que las recién paridas están como iluminadas por dentro, y los niños se duermen horas y horas sobre ellas oyendo ese arroyo de leche tibia que les va llenando los pechos para que ellos mamen, para que ellos jueguen, hasta que no quieren más, hasta que retiren la cabeza -'otro poquito más, niño'- y se les llene la cara y el pecho de gotas blancas.


En definitiva, la profunda distancia entre Yerma y la naturaleza es tanto en el sentido figurado (rechaza el adulterio) como en el literal. Ya el personaje de la Vieja Pagana comenta que el disfrute sexual es un elemento fundamental de la vida: 'Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo'. El uso del indicativo corre es especialmente poderoso. Establece los paralelos entre el agua, los fluidos sexuales y el paso del tiempo. El arco dramático lo marcan los años que lleva Yerma como casada estéril: dos años y veinte días en el primer cuadro, tres años en el segundo, y 'más de cinco años' al final del acto II.


Que estoy ofendida, ofendida y rebajada hasta lo último, viendo que los trigos apuntan, que las fuentes no cesan de dar agua, y que paren las ovejas cientos de corderos, y las perras, y que parece que todo el campo puesto de pie me enseña sus crías tiernas, adormiladas, mientras yo siento dos golpes de martillo aquí, en lugar de la boca de mi niño.


García Lorca se vale de los instintos más primarios y básicos para envolver a sus personajes en la trama existencial al borde siempre de la tragedia y de la muerte. El ser humano, en su delirio de vivir, traza su origen y su final envuelto en el latido más negro y a vez más sublime de la tierra. Sobre ella camina. A ella le pertenece como ángel caído en roto vuelo. En las Comedias bárbaras Valle-Inclán fue su gran parangón.


(Parada de Sil)

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