Opinión

Sánchez-Iglesias: Mal rollo

Si nos parece relevante acontecimiento un encuentro de Sánchez e Iglesias, presidente y vicepresidente del mismo Gobierno, no necesitamos más elementos de convicción para calificar de inútiles los esfuerzos de la ministra portavoz, María Jesús Montero, por pregonar el buen rollo entre ambos. Mentira. No hay química personal ni política y nunca la hubo, aunque guarden las formas por exigencia del pacto de coalición que les une en el ejercicio del poder.

Tampoco casan las culturas de partido, salvo en el nombre de sus respectivos fundadores. Iglesias es un cuerpo extraño en el alma centenaria del PSOE y en la arquitectura institucional del "régimen del 78", tan denostado por el todavía vicepresidente. Las numerosas pruebas de lo uno y de lo otro han inspirado a Andoni Ortuzar, presidente del PNV, socio del bloque de investidura de Sánchez, para poner en circulación el salmo "Esto no puede seguir así", ya adoptado por los socialistas como la mejor manera de referirse a su estado de ánimo respecto a la tensión permanente en el Consejo de Ministros entre socialistas y podemitas.

La tridentina oposición de derechas (PP, Cs y Vox) es recurrente en su pedrada favorita a Sánchez: la de haberse convertido en un rehén del populismo antisistema de Iglesias. Se equivoca. Es justo al revés. El cautivo es Iglesias. Basta fijarse en cómo bracea a todas horas por miedo a dejar de ser imprescindible. El eventual crecimiento de Ciudadanos en las encuestas le produce sarpullidos.

Vayamos a los hechos verificables. El supuesto ascendiente de Iglesias sobre Sánchez solo aparece en las tertulias. Pasto fresco para la voracidad de finos analistas, siempre dispuestos a denunciar la nociva penetración de los enemigos del sistema en las instituciones. Pero lo cierto es que ninguna de las banderas políticas e ideológicas de Podemos ha sido plantada en el BOE (alquileres, impuestos a los más ricos, desahucios, reforma laboral, pensiones, monarquía, etc). Ninguna que no fuera previamente una bandera socialista, quiero decir. Y en los encontronazos entre ministros de un bando y del otro, siempre ha salido perdiendo la parte podemita. Ahí están los casos de Calviño, Escrivá o Robles, en sus recurrentes choques dialécticos con Iglesias, Montero o Díaz.

Continuará. Diga lo que diga la ministra Montero, la tensión se palpa en los Consejos de Ministros. Y así seguiremos. A ninguna de las dos partes le interesa la ruptura. Pero, llegado el caso, es Iglesias quien más tiene que perder, aunque solo sea en puestos de trabajo para su gente. Entretanto, seguirá buscando visibilidad con unas soflamas que desangran a Podemos y capitalizan a los grupos independentistas : república plurinacional, aversión al rey, derecho de autodeterminación, falta de plenitud de la democracia española, etc.

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