Opinión

Sánchez quiere seguir

Es una anomalía política e institucional la supervivencia de un Gobierno cuya misión en la vida es precisamente la de sobrevivir. No lo comparte en absoluto su presidente, instalado en el voluntarismo de proyectarse "no para meses, sino para años", como acaba de decir Pedro Sánchez en su fugaz paso por la campaña electoral andaluza.

Es lógico. Pero no es realista. Aunque solo sea porque es una temeraria forma de prolongar en el tiempo el examen de su propia credibilidad, tan castigada por los vaivenes, las rectificaciones, la descoordinación y los palos de ciego. Bastaría con rescatar de la hemeroteca la aversión de Sánchez a gobernar por decreto cuando los papeles estaban cambiados con el PP.

Eso puede dar para semanas. Para meses, si acaso. No para años. Le falta músculo parlamentario y acompañamiento público. Sin embargo, es su último recurso, una vez asumido el hecho sobradamente documentado de que los diecisiete escaños del nacionalismo catalán (9 ERC, 8 exconvergentes) no prestarán su voto a los PGE de 2019, previamente cocinados por el Gobierno y Unidos Podemos.

El lugar común instalado en medios políticos y periodísticos es que sin presupuestos no se puede gobernar. Verdad incompleta. O mentira a medias. Hay antecedentes de Ejecutivos anteriores, tanto del PSOE como del PP, que lo hicieron con PGE heredados del ejercicio anterior. Pero nunca con una base parlamentaria tan frágil: 85 diputados contantes y sonantes.

Ese es el débil resorte de Sánchez. El que resulta de descontar los escaños no socialistas al bloque que tumbó a Rajoy. Por un lado, los nacionalistas catalanes lo abandonan por su pasividad en la exculpación de sus dirigentes procesados en el Tribunal Supremo. Por otro, los populistas de Podemos, que reniegan de su condición de socios preferentes al no haber convencido a Sánchez de que lo mejor era convocar elecciones anticipadas y no empeñarse en seguir adelante braceando contra los elementos.

Sánchez apela al manoseado lema de "resistir es vencer". Solo una luz en esa estrategia de Moncloa: si asumir que gobernar sin PGE significa que el Gobierno se niega a pagar el precio exigido por el soberanismo catalán (retirada de acusaciones o absolución en su caso), algunos estaríamos dispuestos a defender la resistencia del presidente a pasar a la historia como Sánchez el Breve. Serviría como disolvente de los ataques de la derecha, que le acusan de haberse vendido a los enemigos de la Constitución por el plato de lentejas del sillón de Moncloa.

Si a Sánchez le interesa ese plato de lentejas, que sea por su inconsistente pero legítima ambición. No por haber inducido comportamientos prevaricadores de la Fiscalía mediante comportamientos prevaricadores del Poder Ejecutivo.

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