Opinión

¿Siniestro total?

El jueves, 21 de mayo de 2020, ha sido el peor día en la vida (vida política, se entiende) del aún presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desde aquel desdichado comité federal de "Puerto Hurraco" que le expulsó de la secretaría general del PSOE el 1 octubre 2016.

Peor que peor si él mismo valora la tormenta, desencadenada tras el furtivo pacto de su partido con Podemos y Bildu para derogar la reforma laboral de 2012, como un simple incidente de recorrido. No es asunto menor, fruto de la torpeza y la falta de coordinación en los equipos del presidente del Gobierno y líder del PSOE. Pero los rayos y truenos están cayendo sobre su cabeza, que es lo recurrente, sobre todo cuando se personifica tanto el ejercicio del poder.

El pacto, teóricamente urdido para sacar adelante en el Congreso de los Diputados una nueva prórroga del estado de alarma, ha reinstalado en la ciudadanía el síndrome del piloto borracho. Es lo que se sigue del parte de daños ocasionados por la firma del mentado compromiso (derogación "total" o "parcial" de la reforma laboral del PP).

Los daños son tantos que su propia descripción apunta al siniestro total. El pacto debilita la coalición PSOE-Podemos. Rompen por dentro a cada una de las dos facciones (vicepresidente Iglesias frente a la ministra de Trabajo, vicepresidenta Calviño frente a Adriana Lastra). Desestabiliza a los socialistas vascos en vísperas de elecciones. Molesta a los dos partidos que han hecho posible la última prórroga del estado de alarma (PNV y Cs). Arruinan, de momento, las posibilidades de pacto social (la CEOE se retira). Menosprecia a los sindicatos, que se enteran por la prensa del inesperado golpe a la normativa del mercado laboral. Y dejan herida de muerte a la comisión parlamentaria para la reconstrucción económica y social del país.

Pura descripción de los hechos. Los hechos reúnen los males propios del servidor público. Confusión e inseguridad, que aquí y ahora cursan como efectos directos del más grave pecado del gobernante: la inconsistencia. No exagero. España es en estos momentos el reino del desgobierno y la confusión política. Lo cual se traduce en un grave daño reputacional respecto a la imagen de España en el exterior.

Tampoco conviene escandalizarse demasiado. En realidad estamos ante la última dosis de recuerdo sobre la debilidad fundacional de un Gobierno cogido con alfileres desde el principio, cuyo vínculo más sólido es paradójicamente el respectivo instinto de supervivencia del PSOE y de Unidas Podemos, los dos socios de la coalición "progresista".

No será el último episodio de lo poco que en el fondo les une.

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