Opinión

Venezuela: la farsa del 6-D

De momento Venezuela sigue siendo una causa perdida para la democracia, mientras la posición española sigue escayolada en su genérica demanda de elecciones libres. Sin novedad en las del domingo que viene. Son fallidas antes de celebrarse. Nada bueno puede esperarse de una tiranía personalista y corrupta como la que reina en un país devastado por la pobreza, la hiperinflación y el desabastecimiento.

En las urnas del 6-D no creen ni los propios seguidores del régimen chavista acaudillados por Nicolás Maduro. Nunca lo hubieran dicho quienes le acompañan en la sala de máquinas de un barco llamado inexorablemente a zozobrar antes o después. Pero esta referencia al desistimiento de las bases no es ninguna figura retórica. El oficialismo, formado por el Gobierno y el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), ha detectado la desmovilización de su gente y no se le ha ocurrido mejor forma de persuadir a los abstencionistas que ofrecer comida a cambio de participación.

“El que no vota, no come”. Lo pregona el número dos del régimen, Diosdado Cabello. Y lo practican los voluntarios del partido chavista instalados en los “puntos rojos” de la ciudad donde los venezolanos empobrecidos, que son ya la inmensa mayoría, deben inscribirse después de haber votado si es que quieren acceder a las bolsas de comida y otras ayudas sociales que se han hecho imprescindibles para los numerosos sectores de una población cada vez más necesitada.

Y si las elecciones legislativas del domingo que viene ahuyentan a las bases chavistas, con evidentes síntomas de cansancio, algo parecido al agotamiento se detecta también en las filas de una oposición fracturada por la falta de resultados en las distintas operaciones encaminadas a tumbar a Maduro y apadrinar el retorno de la democracia.

Solo la llamada Mesa de Diálogo Nacional, un grupo minoritario de la disidencia, se ha prestado a participar tras la excarcelación de un centenar de opositores el pasado mes de septiembre. Fue el resultado de un plan encabezado por Henrique Capriles, que hizo concebir esperanzas de una cierta apertura. Pero las esperanzas se frustraron cuando una delegación europea denunció la falta de garantías para votar en libertad. Ninguno de los principales grupos de la oposición participa en unos comicios cuyas reglas del juego han sido amañadas.

Desde que el Tribunal Supremo (bajo control chavista) suplantó al Parlamento (bajo control de la oposición) al constituir el Consejo Nacional Electoral, han sido constantes las violaciones de la letra y el espíritu del juego democrático. Por tanto, nadie puede extrañarse de que la UE y EEUU rechacen de antemano el desenlace de estas elecciones. Consideran que se van a celebrar sin garantías y ni siquiera enviarán observadores.

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