Opinión

El Ministro de la Verdad

El nombre de "Ministerio de la Verdad" se lo puso y atribuyó Pablo Iglesias a una presunta intención de mordaza y censura por parte de Rajoy. Hoy resulta muy reveladora aquella proclama suya pues descubre que en realidad lo que achacaba al otro era realmente lo que deseaba hacer él. Y en cuanto ha podido hacerlo es a lo que se ha lanzado de cabeza: a perseguir la libertad de expresión y el derecho a la información. Porque eso es lo que está detrás de ese engendro monclovita bajo la dirección del poderoso valido Iván Redondo, con quien tanta sintonía ha alcanzado y con quien ahora se lleva a partir un piñón. Redondo se ha ganado también, amén la de Sánchez, la voluntad del jefe podemita, en quien encuentra un "alma gemela" en su forma de actuar. Y en esto una sintonía plena para lograr el control de la opinión pública a base de perseguir cualquier información u opinión que ellos entiendan perjudicial con la simple declaración de que ello es mentira, incita al odio o cualquier de los sambenito que quieran colgarle al reo.

Porque esa es en el fondo la madre del cordero, la prueba esencial de su aberración antidemocrática y antijurídica. Que ese engendro monclovita se atribuye a sí mismo la capacidad de juzgar y condenar. Es Iván Redondo, con su segundo Miguel Angel Oliver, siempre por supuesto ¿de quién si no? a las órdenes de la collera presidencial Sánchez-Iglesias, quien se erige en supremo sentenciador, con el CNI y todo el instrumental de Estado a su servicio, de lo que es verdad o mentira y se puede o no publicar. Y es hora ya de que Redondo deje de esconderse tras la pantalla de que él "hace su trabajo" como "consejero" presidencial. No. Ya es parte, y con rango de máximo nivel, de la cúpula gobernante y de este tinglado en la cúpula del tinglado cloaquil. Debe pues comenzar a responder por lo que hace y por lo que es. Iván Redondo es, amén de muchos poderes acumulados, el que tiene ya también en sus manos la cartera de ministro y juez de la "Verdad".

Esa es la perversidad oculta tras la palabrería: la usurpación de algo que en un Estado de Derecho corresponde a la Justicia, corresponde al juez y donde el acusado tiene derecho a defenderse. Que es ahora y desde que se restableció la democracia y entró en vigor la Constitución lo que está en ejercicio y a cuya vía y amparo se debe acudir cuando se considera una información como falsa o una opinión como delictiva contra personas, colectivos o instituciones.

Lo de ahora, aunque se presente vestido de seda y haciendo grandes protestas de defensa de esas libertades, es exactamente el contrario de lo que pregona. De lo que se trata, esta vez sí, es de amordazar a los críticos, atemorizar a los medios e imponer como verdad única la consigna oficial. Recuerden simplemente ustedes aquel lapsus del general de la Guardia Civil en la primera oleada de la pandemia cuando se le "escapó" lo que ya se estaba haciendo entonces: perseguir aquellas información que resultaban lesivas para el Gobierno, al que había que blindar contra cualquier crítica, por ejemplo exigirle que dijera la verdad y dejara de ocultar el número real de muertos. Algo en lo que sigue mintiendo de manera tan descarada como repulsiva a día de hoy.

Se ha mencionado estos días de manera reiterada la profecía de Orwell y el Gran Ojo controlador que anticipó lo que ya ha sucedido y sucede en estos momentos en lo regímenes totalitarios o lo que se utiliza como instrumento decisivo para convertir en ellos a los que tienen sistemas democráticos. Y es algo en lo que se produce el abrazo a la conjunción de todos aquellos que aspiran a la imposición de su doctrina, sea esta del sesgo que sea, a toda la sociedad.

La intentona está teniendo bastante respuesta, pero a mi juicio no la contundencia y la extensión que debería tener. Y no me refiero solo a los representantes políticos. Me refiero a la sociedad en sí misma y en particular a los medios de comunicación y a los periodistas. Lo que aquí resulta inaudito, pues un ataque directo a la línea de flotación, es el silencio vergonzante de algunos y hasta la defensa de otros, ya metidos de hoz y coz en la trinchera, y que consideran que es cosas de los "suyos" y que por tanto está justificado y es bueno, aunque huela un poco mal. Pero esto no es cuestión de orillas políticas, esto no es cosa de "nosotros" y "ellos" esto es simplemente una cuestión de libertad.

Te puede interesar