Opinión

PERO QUÉ AFORTUNADO

Amat se tenía que llamar (amado en catalán). Seguro Amat Carceller es querido, deseado, incluso mimado. Desde que lo vi por vez primera, después de haber escuchado su voz en numerosas ocasiones, me despertó una envidia malsana. Qué otra clase de envidia puede haber. El día que confirmé mis sospechas fue aquel en que vi a Amat comentando la Cabalgata de Reyes. Como un niño. Durante toda esta semana lo han podido encontrar en la zona mixta de los Campeonatos de Europa de Atletismo. Consolando a los atletas españoles que no quedaron bien. Felicitando a los ganadores. Sosteniendo el micrófono. Compareciendo los primeros días con barba frondosa, casi rasurado el último.


Cuando me topo a un Amat Carceller, siempre pienso lo mismo. Que no saben lo que tienen. Porque intuyo que no sabe lo que es sufrir. Hijo ideal, yerno ideal, me juego lo que sea a que también padrazo ideal. No saben estos Amats el regalo que les ha hecho la vida con el sólo hecho de ser como son. De verdad que no hay condena peor que la de no poder acceder a aquello que te gusta. Con sus desengaños y decepciones, como todos, los Amats que en este mundo han podido mirar y ser mirados como se miran los que aman o los que quieren ser amados. No hablo en nombre de nadie, sólo de mí mismo y de mi experiencia. Pero seguro que muchos homosexuales me entenderán. Los tapados más. Y los destapados también.

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