Opinión

DECIR LO QUE SE PIENSA

Qué días llevamos. Los titulares han ido parejos a declaraciones de personas relevantes que han dicho lo que piensan. Consciente o inconscientemente. El alcalde de Valladolid se ha arrepentido públicamente de sus palabras. Pérez Reverte, al contrario, ha declarado que si llega a saber el revuelo que iba a armar, todavía las habría pronunciado antes.


Lo preocupante, para mí, no es que cada cual diga lo que piense. Lo preocupante de verdad es que tanta gente piense lo que piensa. Aunque no lo diga. Lo preocupante es que existan tantas mentes como la del alcalde ejerciendo de ginecólogos, de profesoras, de funcionarios o asesores fiscales. Los hay. Hay muchísimos y usted y yo conocemos a unos cuantos. A lo mejor alguno de ellos hasta se nos cuela en la cena de Nochebuena.


Naturalmente que también hay mucha gente que suscribe lo dicho por Pérez Reverte, pero no tienen suficiente tirón mediático como para que sus desahogos aparezcan en titulares a cuatro columnas. Pérez Reverte o Sánchez Dragó sí, y el informativo de Pedro Piqueras del martes no tuvo inconveniente en abrir con ellos.


Lo ideal para que todos fuésemos políticamente correctos sería que en nuestras conexiones neuronales se pudiese instalar un chivato que pitase cuando pensamos lo que no hay que pensar. Igual que esa sustancia que convierte en verde el agua de una piscina cuando orinamos en ella.

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