Opinión

DESATADA MILÁ

Estaba verdaderamente desatada Mercedes Milá. Si no fuese así, no terminaría de ser ella. La noche anterior al estreno de 'GH 12', en 'La noria', Terelu Campos, sentenciaba: 'El éxito de 'Gran Hermano' eres tú'. Y la Milá, modesta, lo negaba. Y reconocía que tenía que quitarse protagonismo. Que la primera vez que supo de cuestiones relacionadas con el éxito, su pareja de ese momento, Pepe Sámano, le advirtió. Palabras. Bastó verla aparecer el domingo por la noche con el vestido de colmena creado por una alumna de una escuela de diseño para constatar cómo la cabra tira al monte. Cómo Mercedes Milá, sin esos chutes de adrenalina que se atiza plató va, plató viene, sería mucho más infeliz. Como lo somos otros que no tenemos acceso a esas vías de escape, qué se le va a hacer.


Que encima paguen por ejercer ese cargo es una redundancia, casi un exceso. Tanto como si a los pacientes que terminan la consulta con el psicoanalista recogiesen a la salida de la misma el cheque con los emolumentos. Por haber realizado tan bien la actuación, y contribuido tan bien a sacar adelante la catarsis.


Lo que más me gusta de 'Gran Hermano', por no decir lo único que me gusta, es la entrada de los primeros concursantes en la casa. Cuando todavía hay silencio, un decorado vacío. Después viene el ruido, el griterío, la amalgama. Más de lo mismo. Tras la calma, llega la tempestad. Y ya no dejará de ser tempestad hasta enero. Demasiado para las almas sensibles.

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