Opinión

Desfachatez

Se acabaron los formatos puros. Eso de separar la realidad de la ficción es una antigualla. Del mismo modo que intentar poner barreras entre los territorios contaminados por la publicidad de aquellos que se libran de ella es agua pasada. En Telecinco, precursores en tantas cosas, lo tienen la mar de claro.


Karmele Marchante se entrena para conquistar Eurovisión. Las nuevas tramas de la serie ‘Aída’ permitirán a alguno de sus personajes entrar en ‘Gran Hermano’. Tampoco pondrán reparos en que mientras los protagonistas desayunan, comen o cenan, muestren cartones de leche o de vino con la marca casi en primer plano.


Lo dicho, un verdadero batiburrillo entre géneros y formatos para, al final, y esto es lo triste, generar unos contenidos la mar de livianos, intrascendentes y mediocres. De los que tampoco se libran los informativos. Siempre más de lo mismo. Con independencia de lo que ocurra, una retahíla de sucesos a caballo entre las drogas, la prostitución, violencia de género, los accidentes de tráfico y las imágenes curiosas.


Pero nos estamos poniendo demasiado trascendentes. Algo que contrasta con la filosofía de una programación que, de prin cipio a fin, evita a toda costa que se la tome en serio. Una programación que es consciente de su afán desmedido por entretener, por ejercer de pasatiempo sin pasar a mayores. Y por rentabilizar al máximo todos y cada uno de sus contenidos. Introduciendo a personajes de ‘Aída’ en ‘Gran Hermano’. Alentando a Karmele Marchante a que ensaye para ir a Eurovisión. Aprovechando cualquier rincón para venderlos. Introduciendo publicidad dentro de sus series, y momentos de máxima tensión de sus programas justo durante las pausas publicitarias. También durante la publi. Pura desfachatez.



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