Opinión

LOS GABILONDO

Da gozo asistir a los encuentros que realizan los hermanos Gabilondo, Ángel e Iñaki. Periodista y ministro. Comunicador y profesor. En la intimidad no nos podemos inmiscuir, aunque también sería muy curioso asomarnos por el ojo de la cerradura para ver cómo se tratan delante de una mesa y un buen vino, cómo discuten, cómo conversan. Será interesante la Nochebuena de los Gabilondo, sin duda.


Pero como consuelo siempre tenemos la oportunidad de ser testigos de sus encuentros públicos. Esos que hace posible Iñaki Gabilondo cuando invita a su hermano al programa que dirige y presenta. La última de estas visitas sucedió hace pocos días. El guión, aunque más bien cabría hablar del no guión, siempre se repite. Repasan la agenda aludiendo a los temas del día, para seguidamente, sin prisas, bucear en ese contenedor inabarcable que son los asuntos relacionados con la educación.


No tarda en salir la palabra esfuerzo. No hay aprendizaje sin esfuerzo. No hay buena educación sin esfuerzo. Lo de la ciencia infusa quedó obsoleto. Cuando los hermanos Gabilondo hablan de esfuerzo es inevitable imaginarlos más jóvenes. Cómo eran de estudiantes. Cuánto leían. Qué leían. Qué radio escuchaban y cómo recibieron al medio televisivo, que llegó a sus vidas cuando flirteaban con sus carreras universitarias.


Te puede interesar