Opinión

Último tren para el PSOE en Galicia

Las primarias de octubre podrían ser el último tren para el PSdeG-PSOE y son, de hecho, el mayor reto de su historia para sobrevivir en Galicia. Al menos como la organización política central del sistema, un partido interclasista, social, representativo de la mayoría progresista, no sólo capaz de nuclear una nítida alternativa de izquierdas al Gobierno ultraconservador del PP sino, sobre todo, de recuperar los ambiciosos proyectos transformadores y de modernización de los gobiernos socialistas de Laxe y Touriño.

De manera que el Partido Socialista se juega mucho más que el relevo de su dirección, siendo este fundamental por cuanto los retos organizativos y políticos de cuando Gómez Besteiro llegó a la Secretaría General permanecen todos, multiplicados por la tibieza del propio Besteiro a la hora de superar viejos hábitos y romper con la herencia envenenada que recibió, y por la larga interinidad sufrida desde su salida.

Aún no sé a quién votaré en las primarias, pero -como escribí en La Región con ocasión de la elección de Besteiro- sólo tendrá mi voto quien se comprometa abiertamente y sin componendas con las reformas inaplazables que necesita el PSdeG si quiere tener una oportunidad de sobrevivir.

En el plano orgánico, votaré un candidato con las manos libres para garantizar reformas estatutarias que superen la funcionarización y la endogamia de las élites dirigentes, facilitar la apertura del partido y consolidar la participación directa, mediante elección, de militantes y simpatizantes, ayudando a superar la desafección de los ciudadanos. Votaré a quien, sin compromisos de mesa camilla, sin conchabanzas con familias, grupos de influencia, corrientes, terceras o sextas vías, asuma como vía única el Partido Socialista en su totalidad y, con la legitimidad del voto directo de los militantes, aborde la integración de un partido abierto en canal para restañar heridas sin provocar otras nuevas. Votaré, en fin, una candidatura que apueste por recuperar en la propia estructura interna de la organización el municipalismo y el sustrato urbano del socialismo gallego, y corregir de modo inteligente el ruralismo electoralmente ineficiente de los últimos años para recomponer los equilibrios territoriales de un partido con vocación de mayoría social.

Y en el plano político, tendrá mi voto quien presente un programa de gobierno para Galicia que no ceda la bandera de la utopía, el galleguismo y la regeneración política. Pero que también concrete medidas para invertir la actual e inaceptable transferencia de rentas de clases medias y trabajadores a una minoría privilegiada, que afirmen el papel del Estado como provisor y garante de los mecanismos básicos de redistribución como sanidad, educación, dependencia, pensiones, protección del desempleo, renta básica, o servicios estratégicos –incluidos banca y energía- y todos los servicios públicos que aseguran el bienestar, la igualdad y los derechos civiles. Un programa realista para restañar los destrozos de la crisis, pero no planteado desde el “realismo único” impuesto por la derecha, sino desde la formulación del propio programa federal del PSOE: Tanto mercado como sea posible, pero tanto Estado como sea necesario.

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