Opinión

El periodista que brotó de la tierra

Cómo resumir en una columna periodística cuánto fue para mí Luis Padrón, por si no bastase, Padrón de Montse, mi inimitable queridísima amiga desde la infancia en nuestra Alameda, Montse Saco, que nos dejó prematuramente?

Padrón era un periodista brotado de la tierra, desde el arte granítico por obra y gracia de don Evaristo, el tío junto al que creció. Perdido en un rincón del nacionalcatolicismo, el templo de la Veracruz, como un plegamiento de la naturaleza, con muchos vientos en contra, iba elevándose año tras año .
Padrón, decía, nació periodista, desde el humus fundido con la piedra que rezuma los jugos de viñas como las de Moreiras, matria de Luis, a cuya tierra vuelve ahora.     En la superficie, fue “descubierto” luego de brillar como el mejor entre los mejores corresponsales de La Región. Así nos convertimos él y yo en “auxiliares de Redacción” pues no habíamos pasado aún por la criba de la Escuela Oficial de Periodismo-, pero de hecho redactores completos a tiempo imprevisible. Entonces yo era poco más que un adolescente y él, un hombre.

En la Redacción de Cardenal Quiroga, bajo la dirección de don Ricardo Outeiriño, además de hacer “calle”, escribíamos el trabajo del día y corregíamos pruebas de imprenta por espacio teórico de 8 horas. Una tarde–noche, aburrido antes de cumplir la jornada, le pregunté a Padrón:
-Oye, terminé todo. Y ahora ¿qué hago?
Me señaló el folio enrollado en su máquina de escribir, y leí: “Padre nuestro, que estás en los cielos…” La seria retranca que le era consustancial.

En el 64, los dos, con Gonzalo Belay como fotógrafo, recorrimos durante dos meses cuatro países, para hacer reportajes en las ciudades donde los emigrantes gallegos, cientos y cientos de miles, trabajaban como mano de obra del “milagro” centroeuropeo; el prólogo de la Edición Aérea de La Región, de cuya salida se conmemora este año el medio siglo.

En los 70 nos distanciamos físicamente, por gajes del oficio, aunque nunca perdimos contacto. 
Hace años mi mujer se encontró con Montse, quien le dijo que su marido estaba muriéndose. En realidad era víctima de un error médico. Desde aquel momento transcurrieron dos décadas.
Ahora, a los 92 años, Padrón acaba de adelantarnos a bordo de su –nuestro- 600.
Pero Montse y Luis, como es natural, se perpetúan en sus hijos.

Te puede interesar