Un año más hemos presentado la memoria anual de las actividades de Cáritas Diocesana de Ourense. Los números fríos y crueles nos muestran una realidad difícil de asimilar y de aceptar en pleno siglo XXI.
Encontrarse en nuestra sociedad con tal número de personas que viven en situaciones excluyentes es algo que sigue golpeando el corazón de todos aquellos que no han perdido la sensibilidad ni la humanidad ante las dificultades por las que pasan tantos de nuestros conciudadanos.
Pero, como dice una de los lemas de Cáritas, “un mundo mejor es posible”. No podemos quedarnos en el simple lamentar una situación a la que nos han llevado distintas causas; tenemos la obligación de reaccionar e intentar ayudar a todos aquellos que se pueden quedar por el camino.
Los datos nos muestran la cruda realidad de tantas personas que están o rozan la exclusión social, pero también nos ayudan a ver que hay personas dispuestas a echar una mano, a veces literalmente, como voluntarios en los distintos programas de Cáritas, y otras en forma de diversas ayudas, también económicamente, para que sus conciudadanos puedan acceder a cubrir las necesidades básicas de toda persona.
El acceso a esos derechos fundamentales es algo que debería de cubrir el Estado; las entidades privadas estamos encantados de ejercer ese principio de subsidiariedad por el cual ayudamos al Estado a la hora de ejercer sus obligaciones, pero es nuestro deber denunciar esas realidades que muchas veces se tratan de ocultar.
No podemos permanecer callados ante las necesidades de tantas personas que viven a nuestro lado. Estamos obligados a ponerle rostro a esos números fríos. Son personas con rostro, con vida, con ilusiones y con desesperanzas; no podemos apartar nuestra mirada de sus heridas, por ello seguimos fabricando esperanza, con los pies en la tierra, atendiendo a sus necesidades y multiplicando los recursos, con ingenio y con la ayuda de tantas personas de buena voluntad que confían en nuestro trabajo.
Opinión
Fabricando esperanzas- Ángel Feijóo
