Opinión

Los inquisidores y la libertad

El Viejo Milenario recordó el poema “El Gran Inquisidor”, incluido en la obra de Dostoievski “Los hermanos Karamazov”, poema en el que se demuestra, con cruel dialéctica entre Cristo y el obispo que lo juzga, que la mayoría de los humanos temen la libertad. Ante los más pequeños inconvenientes, en los que hay que tomar decisiones, se sienten incapaces deseando la mecanización del mundo para que se le resuelvan sus más insignificantes problemas sin tener que pensar. Casi siempre se elige el pan cuando se tiene apetito aunque se pueda decir que no y, a juicio del jerarca, Cristo se equivocó al no aceptarlo para saciar su hambre cuando se lo ofreció el diablo.

Cada vez se deriva más hacia el Estado todo lo concerniente a su condición de ciudadanía, para que los problemas se le resuelvan con el menor esfuerzo. Esta dependencia se complementa con la sumisión y pertenencia a estructuras religiosas o ideológicas que den cubertura a las necesidades espirituales, evitando hablar de la muerte, de la enfermedad o de todo aquello que produzca angustia. Millones y millones de seres humanos, como víctimas de un hechizo, están dispuestos a dejarse guiar sin oponer resistencia, renunciando a lo que constituye el mayor tesoro, la voluntad de hacer y elegir.

Stefan Zweig, genial escritor e intelectual, recoge en su ensayo “Castiello contra Calvino” lo afirmado por Dostoievski y asevera que una nueva ideología se está extendiendo por el mundo, basada en la cobertura de los “derechos” a cambio de aceptar las decisiones unilaterales de quienes ostentan el verdadero poder. La mecanización de la actividad diaria conlleva una sociedad frágil y robotizada; los gurús que controlan a la mayoría de los humanos nunca tienen suficiente con sus adeptos, con sus esclavos del alma; también quieren que los que son libres les glorifiquen para conseguir la unanimidad en el dogma único. La civilización humana está dañada por la agresión con la que el capitalismo consumista ha sometido al planeta y su lema es contundente: “Lo que enseñamos nosotros es cierto y lo contrario es falso”. Lo dicen aprovechando que son los contemporáneos los que menos saben de su propia época.

En uso de la libertad que le otorga su milenaria vida, el Viejo, con rotundidad y firmeza, manifiesta su rechazo frontal a la propuesta de subida de la luz en los tramos más necesarios para las familias humildes y trabajadoras. ¿Quién es el responsable? ¿Qué dicen los consejeros designados para controlar y gestionar tan importante servicio? Una grotesca invitación a vivir en la nocturnidad, como las lechuzas o los vampiros; lo ofrecen como solución al elevado coste de la energía en periodos diurnos. ¿Qué opinaría de esto el Gran Inquisidor? ¿Enviaría Calvino a la hoguera a los responsables? ¿Qué hace el Gobierno de izquierdas para impedirlo? las masas callan, están sometidas al neoliberalismo con matices fascistoides que dirige la atención a la invasión de la patria por los NEMEN procedentes de las hordas sarracenas que desean conquistar la capital del Reino Borbónico; lo demás carece de importancia.

El anciano se dirigió a la estantería más próxima a su mesa de escritorio, cogió el libro que tiene la respuesta a todos los problemas y después de hojearlo concluyó: “El caballero de la Mancha no se deja desanimar en sus correrías ni por las afrentas ni por las palizas… si los dirigentes no le entienden, sí lo harán los sabios y juiciosos”, contrapunto del miedo a la libertad.

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