Opinión

Parásitos

Los alcaldes, consejeros autonómicos, máximos jefes militares y otros cargos variopintos que se han vacunado utilizando unas dosis que estaban destinadas a ancianos de residencias y personal sanitario son unos parásitos sociales. El gremio peor, hasta ahora, es el de los responsables municipales de todos los colores políticos que, bajo las excusas más pintorescas, han utilizado las prerrogativas de su cargo para saltarse las pautas de la estrategia de vacunación.

Los votantes comprueban así que aquellos a quienes eligieron en las urnas para defender el bien común querían el cargo para lucrarse y obtener beneficios espurios. Ni por edad, ni por su dedicación profesional, ninguno formaba parte de los grupos de riesgo y, con esas vacunas que "usaron para no desperdiciarlas", podían haber recibido la primera dosis los médicos de atención primaria a los que no les ha llegado todavía.

El Consejero de Salud de Murcia que ofreció una relato inverosímil sobre las razones por las que se había "colado", él y cuatrocientos responsables de su departamento, ha sido obligado a dimitir por la dirección del PP en Madrid. No se ha ido por vergüenza, le han obligado. Seguramente quería asegurarse la segunda dosis. A los alcaldes del PSOE el partido les ha suspendido de militancia pero siguen en sus cargos.

Ximo Puig, el presidente valenciano, propone como escarmiento que a los parásitos no se les proporcione la imprescindible segunda dosis, decisión que no comparten los expertos sanitarios.

Pese a que el plan del Gobierno, que por cierto es un calco de la estrategia seguida por el resto de países de la UE que han recibido todos las dosis de vacunas al mismo tiempo, no preveía sanciones ante este tipo de abuso, la ejecución depende de las comunidades autónomas. Y es ahí donde se están produciendo los fallos. Es verdad que Pfizer ha tenido un problema logístico que ha retrasado la entrega de los viales comprometidos, pero ese dato no justifica que País Vasco, Madrid y Cataluña acumulen retrasos vergonzosos si se compara con la diligencia de Asturias.

También nos hemos enterado ahora que las Fuerzas Armadas tenían su propio protocolo de prioridad en la vacunación que, casualmente, no pasaba por inmunizar a los miembros de la UME. Esos militares que pico y pala en mano limpiaron, junto a los vecinos, las calles colapsadas de nieve hace una semana. No, los que han recibido la primera dosis son los miembros de la cúpula cuyo contacto con el resto de la población no supera el nivel de riesgo de los farmacéuticos, por poner un ejemplo.

Mientras, numerosos médicos de urgencias de un hospital como él Puerta de Hierro de Madrid, esperan su dosis rodeados de pacientes con el virus. Al igual que los facultativos de los centros de atención primaria desbordados con esta nueva ola de contagios.

Como la reprobación social no parece suficiente ante una actitud que tiene rasgos de prevaricación habrá que buscar una sanción que permita apartar de la vida pública a los parásitos. Y de forma urgente y expedita.

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