Opinión

Lotería política

Puesto que el sorteo político suprimiría el principal motivo por el que se compra lotería, la envidia, cada español tendría una única participación, gratuita, obligatoria e intransferible. La ilusión se fomentaría en el ciudadano con eslóganes del tipo: “te puede no tocar a ti”. Los niños de San Ildefonso cantarían los números con una alegría sin exaltamiento, moderada, ¡constitucionalista!, pero sin llegar a lo moderadito, siguiendo el manual fijado por los columnistas. En la tele, los informativos redoblarían sus conexiones: por un lado, retransmitirían imágenes de sobrevenida seriedad en casa de los premiados y, por otro, la felicidad expansiva, cuasi futbolística, en los domicilios de los no agraciados, que brindarían con champaña, mas no electoral. La lotería política se convertiría en la primera lotería que repartiría más contento que decepción. Ya no se taparían prosaicos agujeros, ¡se taparían agujeros democráticos! A cambio, el espectador se libraría de las encuestas, del pactómetro y de Ferreras moviéndose sobre la silla como si tuviera lombrices. Podría entregarse a la placentera siesta de la democracia.

En Lotería Solar, Philip K. Dick imaginó un sistema de elección de gobernantes al azar. Medio siglo antes, Chesterton describió una Inglaterra en la que el despotismo hereditario había sido sustituido por un despotismo popular: una especie de secretario general ungido aleatoriamente, sin que nadie supiera cómo ni a nadie le importara. “La verdadera y lúcida democracia se sustenta sobre la base de que todos los hombres son igualmente imbéciles y, llegado ese punto, por qué no elegir a cualquiera de ellos al azar”. A diferencia de la distopía chestertoniana, la lotería política caería en un conjunto de individuos que deberían ponerse de acuerdo como estudiantes ante un trabajo de clase, so pena de cárcel en lugar de suspenso. Al fin y al cabo, la democracia no es más que un matrimonio de conveniencia entre autoritarismos. Los políticos no sufrirían ya cintitis, esa infección inaugural; Sánchez se abstendría de jugar a la petanca, de comprar libros que no fueran el suyo y de la tentación de impulsar una ley conforme el presidente pudiera escoger a sus votantes. Feijóo, que parece más de tentar al suéter que a la suerte, sería exonerado de la soga del cuello alto y no tendría que humanizarse con gazapos más propios de concursantes de First Dates.

Según Wenceslao Fernández Flórez, la lotería de Navidad es donde mejor se comprueba que el hombre es un lobo para el hombre. Con la lotería política, sin embargo, una generosidad transversal borbotearía en el corazón de los españoles: la mayoría preferiría que le tocara al prójimo.

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