Opinión

Fin de la décima legislatura

Se acaba una legislatura que debe rematar una etapa decadente y sumergida en un alud de sombras que anulan las escasas luces encendidas. Una etapa para olvidar, de la cual debemos aprender de los errores cometidos para que un nuevo tiempo se abra con toda la solidez necesaria que permita recuperar la calidad de vida diluida entre tanto desatino.

Para ello hacen falta propuestas tangibles y con retorno que reformulen diferentes y necesarias líneas de actuación. Como recuperar un empleo de calidad y estable, acabando así con la precariedad laboral y generalizando la contratación indefinida y los horarios dignos.

Hay que decir, con los últimos datos publicados de la Encuesta de Población Activa en el tercer trimestre de 2015, que España está reduciendo los niveles de paro, pero sigue teniendo una tasa de parados insoportable para cualquier sociedad. El número de personas con contrato indefinido ha descendido nuevamente y España sigue teniendo una rotación grande de personas con contrato de temporalidad y una tasa alta de gente pobre mientras están empleados, lo que se traduce en una economía que no es capaz de dar una vida digna a sus ciudadanos.

Desde esta misma columna de opinión he defendido y defiendo un contrato único e indefinido como solución viable a un problema arrastrado y agravado con el paso de los años.

Se debe poner fin a la dualidad que se ha creado con los contratos temporales y fijos, que solo ha originado en realidad dos clases sociales: los que tienen empleo fijo y los que lo pierden constantemente. Si creamos un único contrato, fijo, estable y de calidad, estaremos ayudando con una base sólida a la emancipación de nuestros jóvenes y a dar estabilidad a nuestro mercado laboral.

Apoyar a las empresas para generar un empleo de calidad y suficientemente retribuido es básico y necesario, como también lo es crear un plan integral de apoyo a autónomos y abaratar conjuntamente las cotizaciones a la Seguridad Social de las empresas que contraten indefinidamente a nuevos empleados. Es imprescindible reducir los trámites para la creación de empresas e invertir en la formación de los trabajadores, lo cual nos conducirá sin duda a una reactivación económica, favoreciendo así la demanda, competitividad, productividad e innovación, que son claves para todo crecimiento económico. Y todo ello implantando una nueva política industrial por la cual exportaremos más y captaremos más inversión extranjera productiva. Y por supuesto, incentivando la investigación y priorizando las infraestructuras que generen rentabilidad social.

En definitiva, remata un fin de ciclo que debe abrir un nuevo espacio económico y social que recupere la dignidad y la ilusión de la ciudadanía.

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