Opinión

Un Ourense con futuro

Los que aquí vivimos, y queremos seguir viviendo, solo queremos una ciudad con presente y con futuro, no pedimos más. Llevo tiempo diciendo que tanta degradación de la política, tanta desidia, tantas mentiras y engaños, tanta incompetencia manifiesta en la gestión pública por políticos profesionales de partidos caducos, que únicamente son estómagos agradecidos del propia sistema que mantenemos entre todos, iba a hundir nuestro entorno económica y socialmente, produciendo que personajes egoístas y egocéntricos que únicamente representan lo peor, vendiesen sus ocurrencias y caprichos como hechos positivos para una sociedad hastiada, asqueada y a la vez ansiosa de soluciones a sus problemas reales.

Desahucios día sí y día también, comedores sociales que triplican su capacidad, cierre de comercios y disminución del tejido económico, seis mil jóvenes ourensanos que se han tenido que ir por falta de oportunidades laborales, entidades públicas y privadas que no dan abasto en ayudar económicamente a familias que no llegan a fin de mes en el pago de sus recibos, pensionistas que rozan el umbral de pobreza y aun así tienen que ayudar a sus hijos y nietos. Esto, les guste o no, es en lo que han convertido nuestro Ourense, y ahí están los datos estadísticos oficiales del INE, IGE, Agencia Tributaria, Seguridad Social y Banco de España para quienes quieran contrastarlo. 

Ourense está a la cola de Galicia y de España, prácticamente en todas las estadísticas habidas y por haber, se maquille como se maquille. Suena duro, ¿verdad?, y más en un día de Navidad, pero es lo que, amigo lector, forma parte de nuestro día a día, y lo que provoca que fanatismos dormidos despierten y que individuos que únicamente tienen comportamientos lunáticos y delirantes, con tics totalitarios, de maneras insultantes, despóticas e inaceptables en los marcos de convivencia comunes, aparezcan como si fuesen la solución de algo en una ciudad que no se merece, ni de lejos, ni a “chiquilicuatres” ni a fanáticos radicales como representantes públicos y menos aún al frente de instituciones que tienen por deber el gestionar nuestros recursos y viabilidad económica y social, en definitiva, nuestro modo y calidad de vida. No podemos darle la puntilla final a nuestra ciudad con semejantes personas que sólo nos menosprecian utilizando su rancia violencia verbal; si así lo hiciéramos tendríamos un cargo de conciencia durante toda nuestra vida por haber contribuido directa o indirectamente a hundir definitivamente el futuro de nuestros hijos y el nuestro propio. Y eso sería imperdonable para cualquier persona con el más mínimo de los sentidos, el sentido común. Y tampoco podemos seguir manteniendo a ineptos que arrastran con sus continuos fracasos de gestión al fondo del pozo a toda una sociedad sin importarles lo más mínimo.

Definitivamente tenemos problemas muy serios. Pero todavía quedamos personas serias, íntegras, coherentes, con principios y valores como bandera. Con sentido de la responsabilidad y con la capacidad de gestión y firmeza en nuestros ideales para luchar, con solidez y contundencia, por nuestro futuro.

Y finalizo mi columna en estas fechas mágicas, deseándoles lo mejor para ustedes y sus seres queridos. No hay nada más importante que las personas que comparten sus vidas con nosotros. ¡Feliz Navidad!

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