Opinión

Y una mierda

Banquillo del COB durante el partido.
photo_camera Banquillo del COB durante el partido.

La clave, una de ellas, para no profundizar en lo que corresponde al amigo Jorge Ron en la página anterior de la crónica del partido, me la daba mi nieto Alejandro ya en el coche de camino a casa una vez acabado el partido:  “Abuelo ¿cómo vamos a ganar si solo cogimos un rebote? Exagerado, pero no tanto. Explícito y mucho. Sin fuerza bajo tableros y faltos de dirección (a Chaz Williams le cortaron las alas y Paciukevicus avizora más su sombra que la canasta rival), donde solo Shaun Willett, por empeño, genera todo lo bueno y bastante de lo malo de lo que hace el COB, poco más se puede decir en un partido tan complicado como era este.

Razón tenía Alejandro para volver disgustado a su casa, a nadie le gusta perder (bueno a Luis Enrique, le apunto por lo bajo).

Explica el articulista Manuel Jabois -”Hay más cuernos en unas buenas noches”- que existió una vez el país del “eche o que hay”. Un pensamiento tan incrustado que hasta la acción equivocada del hombre podría tener un halo de fatalidad para el cual era difícil encontrar causas y, peor aún, aplicar consecuencias. “Y una mierda”, piensan y se rebelan los seguidores del COB en su desdichada semejanza. No hay que confundir responsabilidades deportivas con suerte o fatalidad.

En manos del “fichador” de este proyecto -si es que aún ejerce-, del técnico que se sienta en el banquillo -sin exclusiones de jugadores- y gestores (no de los que han iniciado el proyecto y marcan líneas que ahora condicionan el presente y el futuro) está la posibilidad de impedir, o al menos de rebajar, que lo peor pueda pasar.

El equipo tiene fuga de aguas por todos los lados, llega tarde siempre, se complica la vida una y otra vez y además “falta ánimo”, me apuntaba alguien. Falta carácter. Aquí, como “el canto gregoriano -explicaba Nacho Miras al Abad de Oseira- suena todo igual”... de mal. Habrá que, por lo menos, tapar el agujero de mayor anchura, el que se encuentra bajo los tableros.

Para cualquier técnico, Guillermo Arenas es uno de ellos, como para el resto de la humanidad, uno de los mayores logros es la capacidad que debe tener para acumular conocimiento, aplícalo, pero sobre todo, trasmítelo.  

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