Opinión

Sin griegas

No sé qué me ha sorpren-dido más, si que en el nuevo Gobierno griego no haya ninguna mujer o que el asunto no haya tenido mayor trascendencia en el propio país y las mismas griegas vean esta ausencia como normal. Es verdad que Grecia se ha caracterizado por ser un país con escasa presencia de sus mujeres en la vida política. Los datos están ahí: el reciente gobierno de Antoni Samarás sólo tenía una ministra de entre diecisiete, y el gobierno más paritario, el de Papandreu, sólo llegó a contar con 5 ministras en un gabinete de 14.

En el resto del Ejecutivo las mujeres son también escasas: de los cuarenta altos cargos sólo encontramos a seis. Todas ellas tienen un jefe por encima.

Está claro que la igualdad de género no es un asunto de interés para el nuevo Gobierno heleno. Sin embargo debería serlo. Cuesta entender que quien afirma querer gobernar para las grandes mayorías lo haga sin tener en cuenta la realidad de la mitad de la población. En un momento en el que las instituciones más conservadoras se abren al cambio -como la Iglesia anglicana al nombrar a la primera obispa o la misma Iglesia católica, cuyo papa Francisco abre la puerta del sacerdocio a las mujeres- resulta aún más llamativo que un gobierno “progresista” no tenga la sensibilidad de incorporar mujeres a su dirección. "Están los mejores" dicen algunos, "lo importante es la crisis", dicen otros. ¿Acaso en toda Grecia no hay mujeres capaces de ocupar un ministerio?, ¿acaso resolver la crisis es incompatible con una ministra?

Probablemente la falta de crítica interna le haya permitido a Tsipras configurar un ejecutivo completamente anti paritario. Debemos tener siempre presente que lo que la mujer haga por la mujer nadie más lo va a hacer. Y esperar a que la igualdad venga sola con el transcurso del tiempo es una quimera. Más aún cuando un día tras otro siguen surgiendo voces que, con argumentaciones simplistas, arremeten contra las cuotas y consideran que nada de malo hay en que el gobierno de un país sea totalmente masculino. Sin ir más lejos y al hilo del nuevo Gobierno heleno he escuchado a periodistas afirmar que las que defendemos la paridad no somos más que "feministas trasnochadas". Es lamentable que aún existan ciudadanos que no entiendan o -mejor dicho- no quieran entender que estas "femenistas trasnochadas" consideramos que la participación paritaria de la mujer no es una lucha contra los hombres, sino una batalla en la que todos somos ganadores.

En un alarde de incoherencia son esas mismas voces las que defienden como modelo de desarrollo el de los países escandinavos. ¡Qué curioso! Precisamente los únicos gobiernos paritarios de Europa a base de imponer cuotas... El cinismo no tiene límites.

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