Opinión

La edecán del rey

Durante las últimas semanas se habla mucho de la Casa Real, del papel del rey, del papel que debe jugar la monarquía, todos asuntos muy interesantes aunque dudo que sea este el momento más adecuado para introducir tal debate. Pero ya metidos en esta harina, yo también quiero hablar de la Casa Real y en particular del rey. 

En todo este maremagnum de declaraciones y contra declaraciones sobre el rey Felipe ha pasado casi desapercibida una información que, a pesar de ser en cierto modo anecdótica, revela que también en la Casa del Rey la paridad entre hombres y mujeres se hace hueco. Por primera vez en la historia el rey incorpora a una mujer como edecán. Como el cargo lo exige, es una oficial, concretamente comandante de la Guardia Civil.

La nueva edecán entra a formar parte de un grupo de nueve oficiales militares de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas. Los edecanes tienen su antecedente en el siglo XIX, cuando se designa a este reducido grupo al servicio de la seguridad de los miembros de la Casa Real.

Es posible que para muchas personas que lean estas líneas este gesto no tenga ninguna trascendencia. Sin embargo creo que son decisiones pensadas y adoptadas con el fin de trasladar un claro mensaje de que la institución también debe avanzar al paso del resto de la sociedad. Para algunos esto puede parecer obvio, pero cuando vemos a otras instituciones como el poder judicial, la patronal, los propios sindicatos o incluso algunas entidades culturales o científicas (cunas del progreso) constatamos que aún están lejos de dar realmente paso a voces femeninas.

Hace unos años el nombramiento de una ministra era un hecho a destacar; hoy, felizmente ya es una acto que percibimos con total normalidad. Son decenas las juezas que cada año asumen su cargo, pero las altas instancias mantienen aún cerradas sus puertas a la entrada de las mujeres.

Vivimos tiempos en los que corremos el riesgo de olvidarnos de la asignatura que tenemos pendiente. Sin lugar a dudas que la pandemia es el primer reto, detener el ritmo de contagios, impedir que los servicios sanitarios se colapsen, proteger a los sanitarios que nos cuidan y trabajar para encontrar el antídoto contra el virus. En esa tarea son miles las mujeres que están realizando un trabajo ejemplar.

El  segundo reto será intentar mitigar las inevitables consecuencias económicas que el covid-19 está provocando. Tampoco en esto deberíamos caer en la ceguera de no ver las capacidades, experiencia y energía de miles de mujeres profesionales, auténticas mentes brillantes que llevan ya demasiado tiempo esperando que se les de paso.

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