Opinión

Medallas de hojalata

No quiero pecar de pesimista y negativa, pero lo cierto es que cuando he visto en la prensa que en EEUU medio centenar de grandes empresas se suman al llamamiento hecho por Obama para luchar contra la brecha salarial, me ha entrado el síndrome de la tortuga. Si este va ser el ritmo y talante para enfrentarnos a un problema que hace ya años está encima de la mesa de empresarios, secretarios de Estado, ministros y sindicatos la expectativa de acabar con la realidad de que la mujer gana menos que el hombre por su condición se convertirá en una utopía.

Hace 8 años, cuando Obama llegó al poder, en uno de sus primeros actos como presidente firmó una ley para promover la igualdad salarial entre hombres y mujeres. La ley se llama Ledbetter, en honor a una mujer que después de 40 años trabajando en una fÁbrica de neumáticos de Alabama descubrió que la empresa le pagaba un 40% menos que a los hombres por realizar el mismo trabajo.

En enero de este año, a pocos meses de dejar la Casa Blanca, Obama anuncia un reglamento para presionar a las empresas a cumplir la ley en materia de igualdad salarial. La disposición exige a las empresas de más de un centenar de empleados que faciliten un desglose de los salarios según el género, la raza y etnia de los trabajadores. El pasado día 23, Obama anuncia que cada 26 de agosto se celebrará el Día de la Igualdad de la Mujer en honor a ese mismo día de 1920, fecha del reconocimiento del voto femenino en USA.

Después de todo esto resulta que medio centenar de compañías, entre ellas Facebook, Apple o General Motors, recogen el guante de Obama y se comprometen a revisar las remuneraciones y a examinar las prácticas de contratación y promoción entre sus trabajadores. Se trata de identificar así tratamientos ventajosos para los hombres o impedimentos para las mujeres de cara a llegar a los puestos directivos. Sin embargo no se comprometen ni aseguran el mismo salario para los empleados en puestos similares. “Reconocer que hay una discrepancia es el primer paso para entender dónde existe la disparidad”, justifica la consejera de Barak Obama, Valeri Jarrett.

Es decir que en materia de desigualdad salarial aún estamos en la fase de constatar el problema, lo que supone que resolverlo, con suerte, quedará para el siglo que viene.

Que Apple, Microsoft o Facebook y Coca Cola se sumen al llamamiento de Obama y afirmen como General Motors que “el género de los empleados no debería ser una factor en las remuneraciones” queda muy bien y hace correr la tinta pero a estas alturas del partido deberíamos esperar algo más que compromisos insustanciales.

Estamos ya rematando la segunda década del siglo XXI y no es tolerable que, al menos el mundo desarrollado, persista en prácticas del XIX. No podemos conformarnos con declaraciones de buenas intenciones que sólo sirven para ganar titulares y colgarse medallas de hojalata.

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