Opinión

Mi primer voto

(Carlos Núñez Carballo es ourensano, tiene 18 años y estudia Derecho y Finanzas en la Universidad de Sevilla. En estas elecciones votará por primera vez)

Hoy como ciudadano de España, de este hermoso país, escucho con gran preocupación las palabras de Vox. Las escucho con mucha pena y cierto dolor, preguntándome cómo este invento de los griegos ha adquirido tintes tan mezquinos. Cómo una sociedad eminentemente política ha perdido el sentido y significado de tan ilustre palabra.

20 minutos de odio pueden cambiar muchas cosas, pueden hacer que la mitad de Catalunya quiere ser independiente, puede encender corazones y las  pasiones más oscuras. Y eso son 20 minutos de insultos a jueces y juezas, a todo aquel que no comulgue con una idea reaccionaria del Estado y de las instituciones, pues son nuestros jueces y juezas los que con gran trabajo aplican la ley y velan por nuestra convivencia. A veces aciertan, a veces no, pero nos otorgan soluciones a nuestros conflictos y son un elemento de confianza fundamental en un estado democrático de derecho.

Los altavoces de Colon gritaban que el diálogo democrático ya no servía, que era el momento de sacar la policía a la calle. Resulta curioso que no comprendamos que solo los problemas políticos tienen soluciones políticas, así sin jueces ni diálogo político nos vemos en un pozo sin salida, donde la sociedad no se soporte a si misma, donde se pierda la fe absoluta en una convivencia sana y pacífica. Los altavoces de Colon tampoco hablaron de lo que preocupa a la gran mayoría de españoles el futuro, las pensiones, la ciencia y el progreso, el desempleo y la juventud.

Más allá de la vacuidad de estos insultos, la seriedad radica en que la intolerancia política ya es un problema serio en nuestra sociedad. No lo fue en el 78, cuando la situación era infinitamente más compleja, y donde todos arrimamos el hombro para dar vida a esa gran olvidada que es la constitución, la que peor ha envejecido en 40 años de democracia. Hoy ya el texto solo importa a los románticos y al ciudadano medio, aquel que se halla impregnado de esos valores que tanto bien hicieron en este maltrecho país, que son los valores constitucionales.

Hoy españa quiere avanzar y puede hacerlo . El gran conjunto de la población quiere mirar hacia delante . Quiere unas instituciones plurales, que no dejen  nadie atrás. Quieren una gestión honesta y leal , quieren libertad para vivir y para pensar.  Pues hoy el problema no es elegir entre la rosita o la gaviota , hoy elegimos que sociedad queremos ser , hoy la gente debería estar en el centro de toda cuestión, pues la política al contra de lo que ha parecido últimamente, nace y muere en la gente. Pues es el único instrumento que permite cambiar las vidas de la personas a mejor , desde la prudencia y el razonamiento lógico, sin imposiciones ni violencia  .

Hoy España quiere despegar, hacia una sociedad más plural y heterogénea, donde quepamos todos, donde haya crecimiento económico, donde caminemos en sintonía y lo hagamos juntos. Pues solo avanzando juntos avanzamos sin dejar a nadie atrás. Hoy este país merece unas instituciones a la altura de sus gentes.

Hoy con gran responsabilidad voto por una España plural, donde tengamos nuestros sitio todos y todas, independientemente de que hablemos catalán en casa, gallego con los amigos y vasco con nuestros padres, y castellano en el trabajo. Voto por el progeso social y económico, para que la gente decida a dónde llegar, y cómo hacer el camino, independientemente de su punto de partida o de su punto de llegada.

Voto por la ciencia y por la educación, porque tenemos una juventud formada y con ganas de darle la vuelta a las cosas. Voto por una cuentas centradas en el bienestar, pues cuando la gestión es honesta y razonable, el bienestar crece como fruto natural del crecimento de los números y los índices. Voto por la España más tolerante, aquella que ríe y canta con el vecino y no lo señala, aquella España auténtica y humana, aquella que siempre hemos sido, cercana y sencilla, orgullosa de su diversidad, aquella España que no tiene complejos históricos, que sabe que la bandera, si la gente es incapaz de sonreír al mirarla, es solo un trozo de tela.

Hoy, por lo tanto, tenemos que recuperar nuestro orgullo, como sociedad y como país, sabedores de que hemos hecho grandes cosas, entre ellas un proceso de transición democrático ejemplar, una reconversión económica inteligente y un avance en materia de derechos e igualdades sin parangón en Europa. Hoy son los ciudadanos, y no los políticos, los que debemos mirar a las instituciones con ilusión y confianza, sabiendo que con trabajo, paciencia e ilusión, las cosas se hacen realidad, o cuanto menos, más posibles.

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