Opinión

Cuando el que ganaba, ganaba

Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que el partido político que mas votos obtenía era el que ganaba. Era el ganador a todos los efectos y el triunfo perduraba en los años sucesivos. Esos tiempos ya no son los actuales. Ni en política ni en casi nada. Ahora ser la primera fuerza puede resultar algo efímero en la memoria colectiva. Un ejemplo claro y persistente es el de Revilla, actual presidente de Cantabria. Nunca ha sido la primera fuerza, nunca ha sido el más votado pero gobierna y quien gobierna, ahora, es el que gana. ¿Alguien se atrevería a decir que Revilla es un perdedor?

Los tiempos han cambiado y hoy tanto fuerzas políticas como los propios ciudadanos son, somos, conscientes de que las elecciones siguen siendo fundamentales y que no es lo mismo ser el primer partido que el cuarto a la hora del recuento de votos, a la hora de hacerse con el poder, que es la aspiración legítima de cualquier fuerza política. No basta con tener muchos votos, hay que tener muchos aliados, grupos dispuestos a pactar contigo.

No hay que realizar el más mínimo esfuerzo de memoria para ver que todo esto es cierto. Con 84 diputados sobre 350, Pedro Sánchez es presidente del Gobierno y hubiera bastado que el PNV, con 5, no le hubiera apoyado en la moción de censura para que ésta hubiera fracasado. La realidad indica que los más pequeños pueden convertirse en dueños y señores de toda una legislatura.

Estas elecciones, las del 28 de abril y, por supuesto las del 26 de mayo, van de esto. Van de sumar una vez que las mayorías absolutas han pasado a mejor vida. De ahí que Pedro Sanchez, por si acaso, ni descarte ni afirme que volverá a intentar la mayoría de la moción de censura y que Pablo Casado trate de embridar a Albert Rivera. Pedro Sánchez ya ha conjurado el anunciado, en su momento, el sorpasso por parte de Podemos. Ese riesgo lo tiene amortizado porque será el PSOE el partido líder de la izquierda.

Pablo Casado, el único candidato que comparece por primera vez a unas elecciones generales, tiene que, en primera instancia, conjurar que Ciudadanos no le va a arrebatar el primer puesto en el centro derecha y, además, tendrá que lidiar en las urnas con Vox que es obvio, aunque no lo diga, que pretende en sus sueños laminar a lo que ellos denominan "derechita cobarde". Tiene Pablo Casado competencia por todos los rincones y esquinas.

Va a ser esta una campaña de bloques, de ahí que las llamadas al voto útil van a ser constantes, la famosa foto de Colón se va a prodigar y que el encuentro de Pedralbes entre Sánchez y Torra pretenden los adversarios del PSOE que dé mucho juego.

Siendo esto así, nunca como ahora los resultados finales se presenten especialmente inciertos. Son los propios sociólogos los que cogen con pinzas sus propios trabajos demoscópicos, conscientes de la dificultad que entraña, al menos a día de hoy, realizar pronósticos sobre resultados concretos de cada fuerza política.

La noche electoral, el partido que resulte más votado celebrará, como es lógico, ese triunfo, pero apenas pasen unas horas -muy pocas- del cierre de las urnas, la atención se centrará en las sumas que puedan propiciar la mayoría necesaria para gobernar. Puede ocurrir, aunque resulte paradójico, que menos sea más porque ahora ese tiempo en el que ganaba, ganaba y gobernaba ha desaparecido. Ahora el que gana puede convertirse en el primer partido de la oposición. ¡Apasionante!

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