Opinión

A la espera del futuro

El lamentable "asunto Soria-Guindos" ha merecido, y con razón, la máxima atención política. Cuesta creer semejante error de cálculo, tanta ausencia de olfato como para no calibrar que la sociedad no está para bromas y menos, mucho menos, para rocambolescas explicaciones, tratando de hacer ver como acto meramente administrativo lo que en realidad es una decisión estrictamente política. Los avatares del asunto están más que relatados y las reacciones surgidas desde el seno del propio PP, han sido tan inéditas como significativas que los máximos responsables no deberían infravalorar.

Este lamentable episodio se produce en lo que se puede considerar "tiempo muerto" de la presente legislatura, un "tempo muerto" que no se ha iniciado con buen pie para el PP. Además del "asunto Soria-Guindos", el calendario judicial va servir de argumento para reiterar las corrupciones surgidas en el seno de ese partido y, para colmo, se encuentran con que habiendo ganado las elecciones, no pueden gobernar. Y aquí viene, en la ausencia de Gobierno, en la casi imposible alternativa, el gran asunto de fondo con el que se enfrenta España. No hay Gobierno, ni se le espera. Ni Sánchez va a lograr una mayoría suficiente ni Rajoy puede contar con la abstención del PSOE porque esta no se va a producir, salvo que en el partido liderado por Sánchez se libre una auténtica batalla campal y, de momento, algunos levantan la mano como los niños pidiendo permiso para ir al baño.

Rajoy sabe que su margen de maniobra para establecer contactos es mínimo. O es con el PSOE o con nadie porque en plena campaña intentar cualquier acercamiento con el PNV esta fuera de lugar y de tiempo. Además, Pedro Sánchez está ahí, con su particular sondeo con todos los partidos a excepción de Bildt, sabiendo de antemano que sólo un milagro le permitiría llegar a la Moncloa antes del 31 de octubre. Aquí todos necesitan de milagros. Rajoy, el milagro de que el PSOE se aviniera a una abstención y Sánchez que los independentistas catalanes dejaran de serlo al menos por un ratito.

Enfangados con el presente, parece que se ha decidido esperar al futuro. Ese futuro se sitúa en el momento después de que se abran las urnas en Galicia y País Vasco. Se espera a estas elecciones como último reducto de esperanza, como el último cartucho a quemar antes de ir a elecciones. Se espera al futuro para resolver el presente y aunque ese futuro sea inmediato, puede llegar tarde.

Las cosas no cambian por sí mismas. Hay que hacerlas cambiar, trabajar por ello, pero las posiciones son irreductibles y si nada cambia, a efectos de formar gobierno, las elecciones gallegas y vascas no dejara de ser un acontecimiento más. En el caso del PP, si revalida mayoría absoluta, supondrá un alivio en los tiempos espesos en los que vive, y en el caso del PSOE, si las tendencias que indican las encuestas se confirman, no habrá motivo especial -mas bien lo contrario- para que esa noche se brinde en Ferraz.

Dadas las circunstancias se mira con atención al PNV. Creen en el PP que pueden cambiar la posición anunciada en el debate de investidura, de la misma manera que en su momento creyeron que el PSOE finalmente se abstendrían. No debería el PP esperar nada especial. El PSOE también espera. En el fondo, nada desearía más que el PNV facilitara la investidura de Rajoy y que incluso este revalidara en Moncloa por un tiempo. En cualquier caso, Idoia Mendia seguirá apoyando al PNV y como Urkullu lo sabe, sus nervios son los justos.

Así estábamos hace una semana y así seguimos, en "tiempo muerto", sin visos ciertos de salir de este horrible sopor que genera una situación de agua estancada de la que ni las elecciones vascas ni las gallegas nos van a sacar. Me inclino a sospechar, que no a afirmar, que la campaña ya iniciada en Galicia y País Vasco va a ser un ensayo general de la campaña para elecciones generales. Ojalá no sea así, pero si alguien ve a un candidato viable, como dice Ciudadanos, que levante la mano y lo diga.

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