Opinión

Movilización inédita

Por primera vez en España miles y miles de mujeres tomaron las calles. Otras muchas miles decidieron no secundar la huelga y otras tantas ni siquiera pudieron planteárselo. Sus circunstancias personales, familiares o laborales no les concedieron ni el beneficio de la duda. Todo esto demuestra que el universo femenino no es homogéneo. Hay tantos matices, sensibilidades e ideas como mujeres pero por encima de enormes discrepancias, que las hay, hay cuestiones que resultan incontrovertibles.

Es incontrovertible que las mujeres trabajamos fuera y dentro de casa, que nuestras jornadas efectivas de trabajo son, a la hora de la verdad, más largas que las de los hombres y que según datos oficiales de organismos nada sospechosos lo de la brecha salarial no es un invento.

Las que ya tenemos una edad recordamos muy bien de dónde partimos. En la Facultad de Derecho de Deusto éramos apenas una docena de mujeres y por los pasillos del Congreso, en la transición, las mujeres que nos dedicábamos a la crónica parlamentaria casi cabíamos en un táxi. Las cosas han cambiado y mucho. Todas ellas para bien. Pero no es suficiente.

Y no lo es porque quedan miles de mujeres que al verse sin formación y sin trabajo tienen que soportar a un hombre que las desprecia y en demasiadas ocasiones les maltrata hasta la muerte. No es suficiente porque hoy las mujeres jóvenes y profesionales tienen que pensárselo dos veces antes de ser madres. No es suficiente porque hay miles de mujeres que dejan sus casas para ocuparse de casas ajenas en condiciones vergonzosas. No es suficiente porque si siendo jóvenes no lo tienen fácil, a partir de determinada edad se convierten en invisibles.

A estas alturas no creo que la situación requiera de muchas más leyes. Requiere de voluntad por parte de todos. Requiere de más y mejor formación, requiere considerar la maternidad como un bien social y no como un lastre para la productividad de una empresa, requiere de apoyos efectivos a la familia -guarderías, horarios flexibles, menos presentismo en las empresas, igualdad de sueldos a igualdad de funciones- requiere dejar de utilizar a la mujer como reclamo para, por ejemplo, vender un coche. Requiere, en fin, de un gran acuerdo social que modifique hábitos y costumbres de manera que las mujeres no se consideren ni victimas ni heroínas. El objetivo no es fácil, pero nada que merece la pena lo ha sido nunca. ¿Difícil?, sí, pero no imposible.

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