Opinión

Nuestros duelos

Desde hace cuarenta y ocho horas, España y los españoles estamos en luto oficial. Han proliferado las olvidadas corbatas negras, las banderas ondean a media hasta y ahora sí, ahora estamos de luto porque de alguna manera hay que vivir el duelo, como si antes de que el Gobierno firmara un sorprendente decreto de luto oficial, el duelo hubiera estado ausente de nuestras vidas.

El luto es ya oficial, pero el duelo, los muchos duelos que nos aquejan a los españoles vienen de mucho antes. Vienen desde el mismo momento en que nos dimos cuenta de nuestra vulnerabilidad, desde el momento en que tuvimos conocimiento directo de lo que supone haber muerto por el coronavirus y del sufrimiento que se experimenta antes de llegar al suspiro final: soledad, miedo, dolor, angustia... todos esos sentimientos que atenazan a cualquier ser humano cuando, como espectros, se adueñan de todo nuestro ser, de nuestra cabeza y de nuestro corazón.

Miles de muertos nos encogen el corazón y ellos, los fallecidos, son los protagonistas primeros de nuestro duelo, de nuestro luto. Son los primeros, los más importantes porque todos ellos son irreemplazables. Se merecen nuestro duelo y nuestro luto.

Desgraciadamente el duelo por los fallecidos por el virus, no es el único que vive España. A muchos, muchísimos, nos duelen los trabajadores de Nissan y de Alcoa que a no tardar pasaran a engrosar la terrible bolsa de paro. Nos duelen las mujeres que han tenido que convivir con sus maltratados y esos niños que miran los helados de reojo porque saben que no tienen acceso a ellos. Nos duelen los jóvenes nacidos en los noventa que no han conocido otra cosa que crisis y más crisis y que ahora rondando la treintena o superándola por muy poco no se atreven, ni siquiera, a imaginarse su futuro, simplemente porque creen que no lo tienen.

Nos duele a muchos españoles ver la alegría con que se anuncia que vuelve el fútbol, al tiempo que gentes humildes tratan de sacar adelante el negocio de su pequeño bar. Nos duele saber que miles y miles de ciudadanos no han cobrado su ERTE y que cuando lo hagan tendrán que pagar el IRPF. Nos duele ver cómo instituciones especialmente bien valoradas por la opinión pública se ven vapuleadas desde el propio poder ejecutivo. Nos duele que en el Congreso se haga alusión al padre del vicepresidente y que éste lleve días hablando de involución, de democracia en riesgo y afirme que a un partido político, en este caso Vox, le gustaría dar un golpe de Estado y que cuando su representante abandona la sala, nada menos que el vicepresidente le recuerda que al salir cierre la puerta. Esto no lo dijo un portavoz o un diputado raso. No, lo dijo, el vicepresidente segundo del Gobierno de España en un alarde de soberbia y desprecio incompatible con la institución a la que representa: el Gobierno legítimo de España. ¡Nada menos!

Son muchos los acontecimientos y circunstancias que nos hacen vivir en estado de duelo. España atraviesa un triste y ya largo momento de duelo y de luto, por los que se han ido, en primer lugar, y por los que aún estamos aquí, desconcertados, alarmados y tristes. Muy tristes.

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