Opinión

Análisis, y otras del pan y juegos

20181214194229219_result
photo_camera En los "Ludi Romani", herederos de los "Ludi Magni", las carreras de carros tirados por caballos que se celebraban en el circo o hipódromo eran muy concurridas, haciéndose apuestas. Los aurigas vencedores salían por la "porta triumphalis". Los carros recordaban a los de guerra egipcios o persas.

Me convocaron para un análisis general en la sanidad pública. Concurro a la hora señalada, previo número que ahora se saca en máquina automática o bien introduciendo la tarjeta sanitaria o en su defecto tecleando tu DNI. Algún atento funcionario, y por demás calmosos, atienden  a los que se enfrentan a la pantalla expendedora de la cita, porque a ciertas edades una pantalla podría convertirse en inexpugnable paredón disuasorio que haría que te batieses en retirada. Una vez con el boleto, a la sala de espera donde, en otra pantalla sale tu cita y ya entras de inmediato sin necesidad de que médico alguno o enfermera te llame. Mucha modernidad necesaria para aliviar la burocracia y algunos pensarán qué puestos de trabajo, aunque tenía su encanto esto de oír tu nombre, o embarazo cuando portador de estrafalario apellido.

Cuando cumplo el trámite de la extracción sanguínea no sin cierto repelús para esa aguja que fría como el corte de una cuchilla se introduce en tu vena, bajo a la planta inferior, me encuentro con José Manuel Tabares, jubilado de la pediatría en la sanidad, al que los amigos decimos Tabo, denominación que a lo mejor muy restringida para cierto círculo no como otros, que en mi caso cualquier intento de trocar Chicho por el serio Alejandro, sería inútil, además  de como una vez me reafirmé con el extinto  Pepe Posada, con el que me unía una confianza de muchos años, al que de pasada dije: "¿Qué te parece lo de Chicho?". Me respondería que los sobrenombres tenían su personalidad. A partir de allí me afirmé más en el sobrenombre, y no comprendo como los que siempre por él conocidos, llegados a la edad seria no querían ni que se le recordase lo de Tito, Tatá, Pichi, Pachi, Pepín, Pocholo, Chita, Peitos, Chola, Manolecho, Carlocho, Gicha u otros del montón… ellos sabrán; por su nombre de pila acaso nunca los identifiquen.

Pues volviendo a Tabarés, que me dice que ahora dejada la pública profesión de médico, se halla con menos tiempo y tiene que encontrar hueco para una clase semanal de francés oral, que ha relanzado después de un viaje a Bretaña donde, oh milagro, su estancia a cielo azul. Tabarés desprende el gusto del jubilado en plenitud de ocupaciones.

A la compra de matutino pan, casi todas las panaderías de apertura de 09,30, por lo que si quieres desayunar fresco lo tienes difícil en cualquiera de estas expendedurías de esos panes tan variados que por acá se cuecen, convirtiendo a la provincia en una campeona de marca, al menos de los que uno conozca. Por aquí diferenciamos los panes del Punto Negro, del Tomás, del T.Rivela, del Empalme, de Cea, de Cuatro Caminos, de San Francisco, de Montserrat, de Melias, del Sabucedo…y de otros de los que exhaustiva la narración. Nosotros, cuando chavales se lo comprábamos a Elisa, que nos dejaba ver cómo lo amasaba, que luego tendría continuadora en su nuera Remedios, que aun los mejoraba con sus hijos Luis y Paco, al Caneco o a la Espiga de Oro, más lejana, o al mismísimo Merdento, que los elaboraba de sabor, a pesar de los reparos del nombre, que no recuerdo si real o inventado. A pesar de todo, alguna panadería portuguesa de frontera nos mete sus panes allende las tierras de Calvos de Randín; proceden de Pitôes das Junias, una aldea montana, y llegan a diario hasta acá. Aún conserva la aldea horno comunitario donde cuecen densas bollas de centeno, trigo o maiz. 


Pan y diversión


"Panem et circenses" decían los latinos para contentar y entretener a la levantisca ciudadanía de Roma, o sea pan, elemento fundamental, y diversión, que eran los juegos de circo ya fuesen los combates de gladiadores en el Coliseum de Roma, o en el Circus Maximus, circo o hipódromo, con más refinado público, las carreras de carros, llamadas bigas, cuando dos caballos o cuadrigas, cuando cuatro caballos, incluso las había de diez, con espectadores apostando y sin reclamar la sangre del gladiador abatido como se hacía casi siempre en el Coliseum vecino. Todo esto ocurría durante los llamados "Ludi Romani", los más reconocidos junto a otros muchos; también representaciones teatrales, tomando el modelo griego. El indulto magnánimo para con el vencido, como  voluntad cesariana, o de los mismos espectadores, apenas existía. 

Te puede interesar