Opinión

Costa Cantábrica, hasta cuándo permanecerás impoluta

Vista de la costa de Viveiro.
photo_camera Vista de la costa de Viveiro.

Azotada por los vientos como toda la cornisa atlántica, esta cantábrica, aunque atlántica también, no ha producido esos derribos de árboles y postes, típicos de todos los ventarrones, incluso con esas pluviosidades intermitentes y en forma de lluvia menuda propias de estos parajes donde los ríos no secan en los estíos, por más que muchos de brevísimo curso, ni los prados abandonan su verdor.

En la Estaca de Bares donde dicen que esta mar Cantábrica, que parte forma del océano Atlántico, se acaba, sito donde una base americana antes de advenimiento de los satélites artificiales que vagan por el éter se hallaba, ahora desmantelada y lo mismo el primer parque eólico de Galicia, de Fenosa a la sazón, lugar de centenarias visitas por la hermosa visión del afilado cabo y sus rompientes; allí ese cabo que los nautas doblan para internarse en el Atlántico unas orcas atacaron a un velero, le destrozaron el timón y lo encontramos atracado en el puerto deportivo de Viveiro con su rescatador barco color butano de salvamento marítimo, cubriendo la familia tripulante el parte sobre el siniestro. Navegaban con unos hijos aun infantes. Al velero de mas de 16 metros de eslora y un mástil, lo llevaron al dique de reparación donde la familia trepando a los camarotes por una escalerilla, hizo, no sé por cuanto tiempo, allí morada.

La actividad pesquera continuaba y ciertas reticencias del sector por acatar las normas sobre la veda del atún y el bonito emanadas de la Comunidad Europea, con el Gobierno central, la Xunta y las cofradías de pescadores poniendo sus peros al cierre de la temporada diciendo que había que estudiar cada caso por las peculiaridades de nuestros bancos de peces, como si las normas no fuesen de obligado cumplimiento para todos sin excepciones. Si no existiesen éstas, las normas, el esquilme de los mares o ruina marium sería total… y aun así. Hay que imaginar lo que llevan tras de si esos pesqueros al cerco que extienden una inmensa red desde una boya con el otro extremo aplomado y van extendiéndola hasta completar el círculo, o esos arrastreros que peinan con sus redes el fondo del mar, que inagotable creemos. Asusta ver tantos barcos de los que beneficiarios al plato todos a los que nos gusta comer de la mar. Contrastaba esto con los pocos peces pescados por casi un centenar de pescadores de caña en un certamen en la playa.

Enormes camiones congeladores se llevan lo pescado y subastado a distintos puntos del país, incluso allende el Cantábrico y los mercados mediterráneos, con ingentes cantidades de lo pescado que cada atardecer se desembarca para ser subastado al anochecer. Los hipermercados ya tienen a sus agentes para contratar las partidas subastadas y uno ve como el esquilme es imparable tanto como el crecimiento de la humana raza hacia ninguna parte, mientras los científicos alertan del crecimiento sin control y algunos políticos siguen empeñados en un creced y multiplicaos contra las recomendaciones de la ONU.

La escarpada costa mariñana, más en su occidental parte, y toda la galaica desde el río Eo al rio Miño, se ve sembrada de eucaliptos ad infinitum, lo que produce un empobrecimiento del suelo en un pan para hoy (las comunidades de montes que se lucran del negocio de la madera) y hambre( empobrecimiento del suelo que quedará improductivo) para mañana. Una costa bellísima solo empañada por esta especie invasora traída de Australia en el siglo XIX pero de tal proliferación que se nos antoja y es asoladora, aunque en la lejanía dé el camelo de frondosos bosques caducifolios; la fauna salvaje en carteles o placas de la Xunta que aparece rotulado en algunos troncos no se ve ni en voladores, mamíferos o reptiles o incluso insectos. El negocio maderero hace imposible el desarraigo de la especie que dejará nuestra costa improductiva, por los taninos, la desecación del suelo por un sistema radicular que es capaz, en un ejemplar adulto de porte, de bombear al día hasta 500 litros de agua .

Recalan veleros en la Ria frente a la playa para no pagar derechos en el puerto deportivo, y de vez en cuando alguno de más de 16 metros, dos mástiles y una decena de tripulantes. El helicóptero de la Xunta, en O Celeiro, sigue operando en sus labores de una vigilancia dia y noche, de control, salvamento y algo más que puede que se me escape, mientras una draga limpia los arenosos fondos portuarios y coloca una gran tubo emisario de las humanos detritus un poco más allá del puerto.

Pasean los ribereños por esos viales per loca marítima, prácticamente desde el Eo al Barqueiro donde ya la Mariña deja de serlo porque por tal se tiene la luguesa. Los médicos han echado a andar a los pacientes con el consiguiente beneficio de ahorro en uso de hospitales y medicinas. Unos itinerarios a modo de caminos preparados que van desde Ribadeo, pasan por la playa de As Catedrais, la Ría de Foz o del Masma, se prolongan y van recorriendo playas de pocos cientos de metros salpicadas acá y allá, por Fazouro, Burela, gran puerto atunero, San Cibrán y su factoría de aluminio y alúmina a partir de la bauxita, Alcoa, que más que se resiste al cierre; el puerto que ballenero fue, Mourás; la punta da Roncadoira, el monte Faro dominando la Ría de Viveiro que cierra el Fociño do Porco, para más adelante morirse a Mariña en la Ría do Sor, Barqueiro o de la Estaca de Bares, porque varios nombres, tomado del río que en ella desemboca, el puerto donde se estrecha y el cabo que le da entrada.

Meditaba sobre el turismo de masas que ya se deja sentir por aquí, lo impactante y hasta destructor que puede ser aun en lo que ayer por santuarios se consideraban al ver sus secuelas en la playa de As Catedrais o el mismo Fuciño do Porco.

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