Opinión

De camino al Bierzo

Yendo de dominical por la ribera del Miño hasta Peares y mucho más allá, algunos ciclistas, pero bien señalizados con esas intermitencias rojas fijadas a la tija del sillín, que restan peligrosidad a una carretera de estrechísimos márgenes y más arriba, por el alto de A Guítara, empieza la niebla a hacer de las suyas cayendo a la planicie de Lemos. Angel Pardavila me cuenta que yendo de senderismo aquel mismo domingo entre Parada do Sil y Sta. Cristina en una marcheta organizada a manteles después, por Antón, promotor como pocos de la Ribeira Sacra en el término de Parada do Sil donde la anterior alcaldesa se dio un batacazo al cambiar de partido, que estuvieron bajo la niebla buena parte de la mañana.

Al paso por Ferreira, la de Pantón, la carretera a la vera del campo de golf de Augas Santas, al poco, dejamos Canabal. En menos de minutos 5 se ofrece el castro de Monforte con torre del homenaje de un castillo que fue de los Lemos, los Fernández de Castro, que más moraron en Ponferrada. El conjunto tiene parador nacional en el antiguo monasterio de San Vicente y conserva el palacio condal. Por el sinuoso Lor, más adelante, ese truchero río que se atraviesa acaso docena de veces, y cuando se muere en el Sil, allá en Augasmestas al lado de un complejo turístico que no arranca del todo. Una apisonadora nos recuerda lo titánico de abrir aquellas carreteras, cuando por San Clodio, en Ribas do Sil, a izquierda del río, y Quiroga, a derecha, como antesala del castillo de Torrenovaes. El alto da Moa o Moá en frente por donde la divisoria de Lugo con Ourense. Viene Montefurado y la increíble obra romana de perforación de la montaña para desviar el Sil y explotar todo un cauce de auríferos; la aldea, al lado, muestra las huellas de minería en rojizos paredones. A Rúa nos trae a la memoria cuando se la llamaba Rúa-Petín, de donde muchos recuerdos cuando andábamos formando parte de su equipo de tenis Pepín Méndez y yo, y donde Nogueiró, de Iberduero-Iberdrola; Solarat, abogado y político como alcalde que fue y que de edil sigue decidiendo;  Valentín, médico de Vilamartiño; Manolo Rojo, docente en O Barco; Juan Pablo o Pedro Quiroga, médico de nombre en la ciudad. 

La ruesa villa como asentada en la placidez de las aguas represadas por el embalse de San Martiño, de los inumerables que jalonan el Sil, nombre que recibe de cercana aldea. Por Vilamartín o Vilamartiño, un recuerdo para el antedicho Valentín, ese médico, tenista, bici-montañero, un deportista en suma, cuando vemos esa montonera de camiones de Morgantane en ocioso bienestar por lo feriado del día, y la aldea de Arnato o arenal, en la opuesta ribera del Sil, con singular “pazo”, que no se ve, pero si en Arcos las cigüeñas que no emigran a tierras sureñas, un fenómeno en su día, pero ahora menos porque incluso las de A Limia hibernan por acá; al lado, O Barco, esa siempre floreciente villa, que personalidad da a sus habitantes, tanto que de ella presumen y donde se han radicado desde años los docentes Marisol y Manolo Rojo, que en verano desertan, por vacaciones, a tierras de Celanova, como volviendo a los orígenes. Los Gurriarán, de los que Julio, laboral colega en su día y particular amigo, y Jones, de afinidad, y los Trincado…son por allá familias señeras, que las no señeras realmente no existen, pues aun los más humildes sientan escuela con su ejemplo. Por los montes trevinqueños de Carballeda anduvieron los guerrilleros resistiendo la barbarie asesina de un régimen que seguía los postulados del catecismo del general Mola de exterminación física del adversario; hora lo recuerda la iniciativa del concejal Félix García, un reivindicador de los valores naturales de la tierra, cuando fallecía en Francia, Chelo la último guerrillera a la que por acá fusilaron a padres y hermanos. Y fue a morirse en la isla de Ré donde los franceses confinaron por vida al mariscal Petain, por colaboracionismo con el régimen hitleriano.deambulando_result

Casi en los provinciales lindes, por oriente, se nos anuncian y pasamos los túneles de El Estrecho y Barosa, que entre ellos un puente de unión y el Sil, allí muy profundo, aunque no se pueda ver por imposible detención. Salidos como de súbito, un desvío a derecha se anuncia como acceso a Las Médulas si pasásemos a la vera del lago artificial de Carucedo formado por los lavados arriba del áureo mineral, y si siguiésemos, que no es el caso, por la antigua carretera a Ponferrada, más adelante, el castillo de Cornatel. 

Toral de los Vados, en la N-120 que seguimos, referente por su cementera que no andará a pleno rendimiento, pasando bajo unas vagonetas que penden sobre la carretera transportando la caliza desde los yacimientos de Valdeceresais. La comarca fructífera del Bierzo es como un vergel (recordamos sus pimientos, cerezas, vinos…) en esta penillanura que cruza el Sil desde sus nacientes en plena cordillera Cantábrica, allá en Pena Orniz. Como ya transitamos por autovía A-6, llamada del Noroeste, que más fácil acceso nos da a Bembibre, floreciente y poblada villa, que más recordada por la famosa novela histórica de Gil y Carrasco El señor de Bembibre donde se describe la decadencia templaria en la comarca. A los señores condes, por delegación de los leoneses Reyes les ofrecían los moradores de Las Colinas del Campo de Martín Moro Toledano (pueblo hermoso y de más dilatado nombre del país, que despierta muchas visitas) un oso, que se iban a cazar los fortachones del pueblo para quedar exentos de tributos, y cuando ofrecían la piel, obligada era la invitación a manteles, es un decir, del conde. Así que aquellos señores de horca y cuchillo sentaban a su mesa a los vasallos.

Como llevo por referente las frondosísimas laderas de la sierra del Gistredo es obligado el paso por Folgoso de la Ribera, por Igüeña, capital municipal, Boazo, y donde finaliza la carretera en Las Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, que sorprende por su longitud, como dije y de honra repetir, y se consagra por su restauración, tipismo, pulcritud y la afabilidad de sus moradores. De ahí las  tantas visitas que recibe. 

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