Opinión

De paseo por A Ziralla

Así le gustaba llamar a Allariz a ese buceador de archivos judiciales que era Puga Brau, quien además publicaría un libro sobre Historia dos Judeos de Allariz; paseaba por la villa en solitario, a veces contando con algún acompañante. Con él me fui una tarde a A Guía en Gomesende o a las dos iglesias de Leirado, de buena planta, sorprendente que una tan cerca de la otra. Los infieles deberían acechar tanto que preciso contenerlos con estos monumentales templos. De retorno con Puga, que por su pasión por el río Arnoia decía que podría navegarlo hasta un destroyer, o sea, un destructor, navío de guerra intermedio entre una fragata y un crucero, que si se animase hasta podría decir que navegable para el más grande los buques, salvo el portaaviones. Puga Brau, un hombre raro, poco valorado incluso por su entorno, hasta que los munícipes locales lo sacaron del ostracismo.

Por Allariz recuerda uno un inmenso basurero siempre ardiente en un flanco del puente principal, una villa de tal decadencia en la que parecía caerse todo, y lo peor, de espaldas a su río, vida e historia de la villa amurada y con castillo de los de Benavente, derruida por los Irmandiños, esa revuelta contra la opresión señorial que no tiene precedentes en Europa.

Esto, lo de su ruina y abandono, propiciaría un movimiento vecinal en el que estaban los más animosos jóvenes de entonces a los que secundaban la casi total alaricana ciudadanía. Triunfó ese movimiento y Allariz empezó a ser otra cosa, llegando a convertirse en la villa emblemática de cómo deben hacerse las cosas en la política municipal. Como consecuencia de todo eso se convertiría, además, en una especie de ciudad dormitorio de la capital y comenzaría a tener la vida de la que antes carecía, que solo circunscrita a algunas fiestas, o a algún circunstancial paso.

Como rememorando todo esto me encuentro con los hermanos Bouzas González, dignos de tales padres, que fueron de entre los artífices más activos de un movimiento vecinal, que empezaría reivindicando ese empobrecido y contaminado Arnoia. Moncho hasta formó parte de la municipal corporación, nacida de aquel movimiento; Fernando, apoyando, y dando el nombre del río a una hija y  Quico que en cualquier momento con su rojiza barba podría convertirse en un Dani el Rojo, no del 68 si no del 75, a poco que se  propusiese, por ideología, por su saber de los movimientos de izquierda, e incluso por presencia…pero Quico fue diluyéndose porque evitaría cualquier protagonismo, que no va con él y renunciaría a todo destacado papel, que lo tuvo asumiendo responsabilidades, lo que le costaría unos días de prisión, y luego con diferencias de enfoque con los cabecillas de aquello, por su purismo dentro de su pensamiento marxista, que no concibe que lo asambleario sea manipulado por los que están en el machito. Pero así es y será. Los humanos, por el regusto del liderazgo, olvidamos la génesis de lo que nos llevó a la cumbre y en aras de la unidad hacemos oídos sordos, salvo los nuestros, lo que nos convierte en la élite gobernante y no en los ejecutores de lo que en asamblea se aprueba. Así nace el culto a la personalidad. Vanidad de vanidades y todo vanidad, decía en griego San Juan Crisóstomo. Pero, claro, la vanidad es junto con la ambición el gran motor.

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