Opinión

Por estas fechas: nieves, brotación primaveral…

Por esta ladera oriental de la sierra de San Mamede solíamos deslizarnos cuando aún las de Manzaneda, al fondo derecho, eran menos conocidas.
photo_camera Por esta ladera oriental de la sierra de San Mamede solíamos deslizarnos cuando aún las de Manzaneda, al fondo derecho, eran menos conocidas.

Coronan las nieves los montes que andan por los 1.500 de altitud; de los más visibles desde estos pagos, la sierra de San Mamede, de las del Macizo Central, la más accesible para los capitalinos. Nosotros de jóvenes teníamos al San Mamede como referencia cuando las nieves visitaban aquellas cumbres y permanecían por meses, cosa que ahora esporádicamente y por semanas cuando más y cuando nieva. Se iba desde la ciudad, a pesar del contingente que éramos, casi siempre en el coche de línea de la empresa Mangana, que tenía licencia para transporte en aquella Limia Alta de las tierras próximas o que por occidente se derraman desde esta sierra cuyo remate en la capilla se halla a 1.616 metros. Los más arrojados entre los que íbamos a esquiar, aunque yo muy de vez en cuando, subíamos nuestras bicis a la baca del autobús que nos dejaba en el santuario de Os Milagres y desde allí a pie, 15 km. esquíes al hombro para deslizarnos en los pocos paños o neveros. 

El retorno después de echarnos por la ladera oriental del San Mamede, como en bajada, llevadero portando al hombro aquellos pesados esquíes de madera de haya, que los Villava: Nazairo Andy, Bernardo… y algunos satélites que a su alrededor pululaban moldeaban en las calientes aguas de As Burgas. Llegados al santuario cuando aún restaba una hora al crepúsculo, todo era bajada, atados los esquíes a la barra de la bici, salvo alguna cuestecilla entre Maceda y el Alto do Couso. Esta sierra, santuario lupino de Galicia, desde donde un amigo me envía un video que ha grabado en la noche de un ejemplar de lobo de gran tamaño y por ello bien nutrido, cazando un corzo y arrastrando un herbívoro que casi duplica su peso para meterse con él en el monte bajo para ocultarlo de otros posibles competidores cuando alboree, tales el zorro o los córvidos. 

Seguramente la manada lo estaba aguardando para darse el festín, lo que ilustra que los cánidos salvajes prefieren la caza de especies salvajes a las domadas por el hombre: vacas, ovejas o cabras. Sí, aquí predan sobre el corzo, especie suficiente para nutrirlo; en el norte de Galicia, llámese Serra do Xistral, cazan potrillos o ejemplares adultos enfermos o viejos, ya sea por el mismo alto de O Xistral, O Cuadramón, poco más de 1.000 m. de altitud, o los montes anejos del Bullo.

El anuncio de la primavera tiene henchidas las yemas de muchos árboles cuando empiezan a brotar los sauces ribereños con las primeras flores en las que el verde de las incipientes hojas predomina; los ciruelos mansos, aquellos de las huertas, son los más tempraneros de estas postrimerías februarias, mientras los bravos, ameixas sobre todo, empiezan a asomar sus tonos morados y los ciruelos, blancos. Siguen las heladas percutiendo, en los amaneceres visibles aún y de tan benefactoras que acabarán con las plagas, mientras la mimosa que madrugó más que nadie en la floración, se va marchitando.

Y mientras el brotar está ahí dispuesto a esa explosión primaveral, el amigo J.B. Reza anda con los preparativos de la salida de una revista cultural y naturalista por él promovida que se va a llamar A Xanela, a modo de puerta abierta a toda la cultura, por sus contenidos. Fortuna de tener un medio así que será mimado por el entusiasmo y saber hacer de Reza. Salud para esa A Xanela parida por el estudioso celanovés, que además predica con el ejemplo de hacer de la villa permanente morada.

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