Opinión

Floración otoñal, pájaros migrantes y residentes

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photo_camera Este manzano presenta un raro fenómeno que, al menos en lo que uno recuerda, jamás ha contemplado: flores y frutos conjuntamente en el mismo árbol. Algo está cambiando o es un hecho aislado.

Pasamos al otoño, refrescan mañanas más que noches, pero por la tarde el calor sigue un tanto pegajoso. Esta prolongación estival hace que algún fenómeno se haga visible, y uno confiesa que éste nunca lo ha percibido en toda su vida. Algo hay que está cambiando aceleradamente porque este ver florecer un manzano cuando lo hacen a finales de abril o por mayo, es algo nunca visto, y la prueba palpable es esta coincidencia de frutos ya sazonados y flores, así que podrían darse dos cosechas en un año, lo que imposible porque con la llegada del frío ni la floración devendrá en frutos ni éstos llegarían a la maduración, entonces, ¿por qué esta respuesta florida del árbol en el adviento octubrino?

Han desparecido de los cielos urbanos los vencejos que con sus más chillidos que pitidos, sus rapidísimos y acrobáticos vuelos surcaban nuestros cielos, sobre todo en urbanos de ciudades y aldeas, y, por la mañana, se esfumaban en la canícula y reaparecían al atardecer; se fueron a sus cuarteles de invierno en el sur del país o el norte de África, como sus parientes las golondrinas comunes o los aviones comunes, del mismo género hirundo que antes de la partida empiezan a concentrarse en toda cablería existente, que ya han emprendido la vuelta, se dice que algunas bandadas de la especie incluso pueden llegar a Suráfrica, a más de 10.000 kilómetros. De los vencejos creíamos, cuando aun no estaban muy estudiados, que dormían en los aires e incluso copulaban y, si me apuráis, que criaban en las alturas y jamás se posaban, y esto a pesar de ayudar a algún ejemplar, que posado accidentalmente en el suelo, no podía remontar el vuelo; nosotros lo ayudábamos lanzándolo desde alguna altura.

Pero los vencejos han dejado una colonia de otros parientes que casi los confundes, los aviones roqueros, que por aquí de permanencia, al menos una numerosísima bandada de más de centenar, que surgen de mañana, cazan en vuelo a baja altura a tenor de lo pesado del día con los insectos volando bajo y retornan al atardecer para apoleirarse o posarse por poco tiempo en los dinteles de las ventanas de la trasera de un edificio de la rúa Celso Emilio.
Y va de pájaros, porque el más asolador de cerezas, viñedos, higos, incluso peras o manzanas, el estornino, en milenarias bandadas, se posan para la dormida, al atardecer frente al pabellón dos Remedios en tres enormes plátanos o arces, después de algunos vuelos en mil formas de nube negra, para asentarse en su dormidero y en un piar continuo sobreponerse al ruido abajo de los coches que pasan, mientras defecan incansables y a algún peatón ensuciarán;  sabido que las aves al carecer de vegija, orinan y defecan incontinentemente por el mismo tubo de eyección.

El cuco primaveral abandonó estas tierras tiempo ha, las palomas torcaces o rolas se fueron antes de la maduración de la uva y las palomas turcas, igual, pero las bravías o pombos siguen, porque residentes, y se percibe que bien cebadas para el invierno que se aproxima, dejando alguna la vida, desplumada por las aves rapaces. De esto alguna muestra incluso urbana. Las cigüeñas que no pisan el área urbana, unas se van y otras se hacen residentes. Las más próximas suelen verse por el val da Rabeda entre el polígono industrial, Taboadela y Paderne.
Por el suelo reptan menos culebras que antaño; antes no había salida al monte que no se diera con alguna; ahora varios años sin verlas a pesar de pisar suelos donde antes abundaban, incluso en ese serpentario que era la pista que desde Portela do Homem, en territorio luso, subía a las minas dos Carrís donde alguna culebra bastarda se veía o la coronela austríaca semejante a la víbora (vipera latastei o seoanei) o que con ella se confunde. Algunos atribuyen esta carencia de reptiles a las aves rapaces que proliferan más que antes al no ser masacradas por un cazador depredador frustrado de no obtener nada en su salida. Más causas habrá, pienso, para entender su casi desaparición.

Entramos en el otoño y lo único visible es el acortamiento de los días y esa frescura en el alba y más lenta en el ocaso.

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