Opinión

Frontera sur: Chaves- Vidago-Pedras Salgadas

Cuando surcan los primeros vencejos los ciudadanos cielos nos vamos a Portugal, ese país diferente al que muchos ignorantes-allá ellos- a menos tienen. Sus gentes poseen esa calma que más propia pareciere de paises de la América de hispánica habla. Se manifiesta en cualquier espacio. Por eso atrae… y por más cosas. 

Yendo hacia las fronteras tierras, allá por nuestro sur, nos dirigimos hacia Vidago, que suena a termal, o más a minero-medicinal, pero sobre todo por su Palace Hotel, que dicen iba a ser residencia de verano de los reyes lusos, pero que sobrevenida la República figuraría como bien del público patrimonio hasta que adquirido por manos privadas, conocería su esplendor cuando los balnearios lo alcanzaron allá por la primera mitad del siglo XX, marcando el cénit al concluír la Primera Gran Guerra y hasta la Segunda. Vidago incluso fue alojamiento para los retornados de las colonias lusas cuando éstas alcanzaron la independencia, luego varias restauraciones y aquel cuasi palacio entre corpulentos árboles  permanece como un símbolo mientras otros casi limítrofes están en tal decadencia que alguno casi devorado por los gigantescos plátanos al modo de los templos camboyanos de Angkor. Un boscoso campo de golf da más esplendor al lugar. Por allí se recuerdan, hace como quien dice ayer, las jornadas de golf y tenis que cada Semana Santa organizaba Parras Outeiriño con más de dos centenares de deportistas. Lo del golf era para aficionados o para todos los alojados y lo de tenis conoció la participación de los campeones de Portugal: Vaz Pinto, hermanos Cordeiro, Arsenio Marta o los de Galicia: Pepín Méndez y J. Ramón G. Juanatey, hoy eminente cardiólogo y docente de la USC. Eran unas jornadas de deporte, juegos infantiles y  nocturnas veladas que concitaban a gentes de todo Galicia.

Antes del obligado paso por Chaves, en no feriado día, que por allá los miércoles, dejamos a siniestra la hoy torre que castillo fue de Santo Estevâo donde se alojó Isabel, a Rainha santa de Portugal, y donde se ubicaron fortalezas para la protección de las fronteras, como ésta y  Monforte do rio Frío, el Castelo de Chaves o la fortaleza de San Francisco; y esto solamente en esta área del reposado rio Támega que por la llanura tiene muchos emisarios en forma de canales de irrigación para las huertas, algunas de muchas hectáreas. Cuando por acá se empieza a abandonar el rural, por allá aún se cultiva en esas ordenadas aldeas portuguesas.

Por Chaves, la Aquae Flaviae romana, que incluso da nombre de flavianos a sus habitantes, pasaba la calzada romana denominada Via Principalis, de Braga a Astorga como nuestra Via Nova; maravillados, además, de su puente de Trajano, de su medieval Castelo, de su origen de Aguas Flavias y, sobre todo, lo impoluta que está una ciudad tan amena que invita al tránsito por su parque cabe al Támega, sus ruas y hasta su silencio. En Chaves hay aeródromo, hoy para más avionetas que vuelos de pasajeros; varias tejeras en las afueras se fueron al garete y conservan de su pasado sus grandes chimeneas, y esa referencia a la gastronomía que pocas veces defrauda. Si querías comer sonaban y suenan los codillos del Leonel, o en grado más finolis la Casa Samaioes, en las afueras, o Casasnovas donde Fernando Moura, un emigrante montalegrino en los USA, donde fortuna hizo, al retorno rehabilitó un palacete del XVIII, su monumental bodega con gigantesco lagar que vomitaba el mosto por pétrea canalización de la que seis gárgolas  vertían en enormes cubas, y todo el entorno ajardinado echándole una enorme dosis de entusiasmo, acaso no compensado. Vale la pena una ligera salida de la vecina autoestrada para ver todo esto aderezado por la amabilidad y atenciones que despliega Fernando, acorde con la relación calidad precio que es incomparable, amén de hacerte sentir cómodo en un paraje único, donde admirar un paisaje de aterrazada pradería donde antes muchas hectáreas de viñedo, ver la bodega y saborear los alimentos, ya garantiza la parada.

Por Vidago, el Palace Hotel elevó su estrellato a 5, el campo de golf amplió sus hoyos de 9 a 18, las casas circundantes muy cuidadas y exentas de ese feísmo imperante, las avenidas sembradas de árboles. Un centro de desenvolvimiento de prácticas termales en la antigua estación ferroviaria- donde se rodaría una exitosa serie de TVE- de una línea de vía estrecha, con humeante locomotora, que iba de Chaves a Vila Real y que debería dar grandes rodeos para salvar las montañas, ogaño revertida en vía verde o ecovía, que pasa por Pedras Salgadas, lo que supone hacer una interesante y pedestre ruta. Pedras Salgadas, afamada también por su balneario, casino y aguas embotelladas formando sociedad con Melgaço y un Vidago que sufrió el traslado de su planta embotelladora, la cual se erigía en solar anexionado al campo de golf, traslado que sus vecinos lamentan; menos mal que aún funcionan las vecinas aguas de Campilho.

Portugal frontera sur, oeste o por donde quiera tomársela, que suena más allá de las ferias de Valença, Chaves o Vilanova da Cerveira.

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