Opinión

Entre lagunallos y oteaderos límicos

Grupo de caminantes delante de la cabaña de observación de aves, impedida por sauces y carritos.
photo_camera Grupo de caminantes delante de la cabaña de observación de aves, impedida por sauces y carritos.

Fue a modo de incursión por la septentrional parte de esta llamada Limia Alta que la Baja corresponde a las tierras allende el occidente a partir de Ponte Liñares o Feira Nova donde el río que mansamente se desliza por la planicie, aquí se precipita constreñido por alguna presa antes de morirse en el embalse de as Conchas desde donde se precipita hacia Valoiro, vuelve a ser remansado por la presa de Lindoso, y vuelto a precipitarse a partir de este muro, por estrecha garganta hasta que antes de llegar a Ponte da Barca discurre mansamente y en Ponte da Lima ya siente los efectos de la marea que penetra desde su desembocadura en Viana do Castelo.

Fuimos de visita y paseo en torno a los lagunallos recuperados para la avifauna en Vilariño das Poldras, donde aún la industria arenera a gran ritmo. El arrasamiento de esta industria extractora por acuerdos tomados fue paliado en parte, revertiendo estos lagunallos con la consecuente adaptación como al medio natural, constituyendo un hábitat perfecto para cigüeñas, garzas, cormoranes y varias clases de patos silvestres, el azulón o alabanco real, el somormujo… Esta reconversión fue posible por el empeño de grupos medio ambientalistas, SGHN, sobre todo, estudios para su viabilidad, aunque unos cuantos se quedaran en el despacho, sobre todo los más apropiados del ingeniero de montes J. Benito Reza en los tiempos en que ejercía de director general de medioambiente de la Xunta. Estas lagunillas, a veces con la sensación, cuando transitas entre estas docenas de ellas, es que han sustituido a la más oriental del llano, la de Antela, desecada en tiempos del IRYDA (Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario) cuando primaba lo de ganar tierras para el cultivo en aquellos planes que seguían el modelo musoliniano de secar, mediante drenajes, las costas occidentales de Roma, en las cercanías de Ostia. Se desecó la laguna mediante un gran canal de drenaje de este a oeste que desemboca en el Limia, aguas debajo de estos lagunallos. El precedente no es el de los pantanos del Lazio sino que mas atrás, en la era imperial romana ya se había hecho un drenaje de esta laguna de Antela, en la que según los estudios del investigador Conde Balvís, vivían poblaciones palafíticas en el Neolítico, que además de defenderse de las fieras, también de los humanos al tiempo que se alimentaban, entre otras, de la pesca. Por allá por donde andábamos fue como un prodigio pasar bajo el nido, en un alto álamo, de una cigüeña, acaso incubando, donde se turnan macho y hembra mientras uno de caza de ranas y otros anfibios y algunas culebras. La cigüeña emprendería un planeo circular sobre el nido mientras nosotros debajo de él como apercibiéndonos de que visitantes molestos. Un camión arenero a alta velocidad nos envolvió en una nube de polvo mientras íbamos hacia ese tramo de la Via Nova, la calzada romana de Braga a Astorga que allí entre Vilariño y el canal discurre y donde se conservan varios miliarios de este estudiado tramo.

Un paseo complementario nos situaba en el alto septentrión de este valle, allá por donde se halla la ermita de San Benito o San Bieito da Uceira que no se conforma con una festividad sino que dos tiene por abril y julio. Dan para ver y andar aquellos montes en los que unas cuantas pistas te llevan a todas partes, la mayoría entre el alto brezo, ahora en espléndida y rosada floración, que por meses permanece, y por las faldas occidentales donde más numerosas las carballeiras que la han colonizado sin concesión al pinar. Hermosas corredoiras salpican las faldas oeste con dos miradores espléndidos al valle, el del Pico Costoira y Cantariñas donde por acaso alguien alertó sobre una culebra que se hacía la muerta o algo así porque la temperatura ya daba para cierta viveza, pero sí que lo estaba, y que la culebra resultaría una víbora, de las más venenosas de Galicia, la vipera seoanei, de buen tamaño, negruzca en todo el dorso y blanquecina por donde se desliza, sin mostrar visible herida de algún depredador. La dejaríamos para aprovechamiento, donde nada de proteínico se pierde, de algún predador alado o terrestre.

Una visita, que se pospondría porque el estómago demandaba, nos iba a llevar, aunque no sería así, a la torre de Sandiás que castillo fue de los cinco que formaban la defensa de A Limia de las incursiones lusas a raíz de la independencia de Portugal cuando el primer rey Afonso Henriques se arrogaba derechos sobre la Galicia resultante. Los castillos fueron los de Sandiás, Pena, Ribeira, Porqueira y Celme. Unos de tenencia episcopal, otros, real o señorial.

Mucha historia para solo dejarla en estas impresiones, a paso mas que de cabalgada de pausados senderistas que mas aprecian el entorno que lo que el esfuerzo físico deparar pueda.

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